Podríamos decir que Bethesda ha puesto toda la carne en el asador para la saga Wolfenstein. Al ya conocido y alabado trabajo de MachineGames al frente del desarrollo de esta saga ha sumado el saber hacer de Arkane Studios y el resultado es espectacular. Al menos en lo que respecta al diseño de Neu Paris, nuestro nuevo campo de batalla. Pero, ¿y qué tal el resto de los aspectos del juego? Os lo explico en nuestro análisis de Wolfenstein: Youngblood.
Cosas de la casualidad, justo antes de echarle el guante a este nuevo título de la saga, estuve disfrutando de Wolfenstein II: The New Colossus. Y también de Prey. Los dos últimos juegos desarrollados por los artífices de esta nueva entrega. No hace falta demasiado rato para darse cuenta que estamos ante un nuevo Wolfenstein, pero con un toque especial. Y es que el diseño de niveles de la gente de Arkane es sencillamente insuperable a día de hoy. El gran problema es que todo queda en eso.
De hecho, la sensación que te queda después de cada sesión de juego es de que a Bethesda le ha faltado apostar un poco más por esta idea. Y no lo digo precisamente por el modo cooperativo, que me parece un defecto más que un acierto. Si no por lo que podría haber sido un juego completo con las ideas «locas» que aporta Arkane a la contundencia de MachineGames. Pero vamos a entrar en detalles.
De la misma manera que Wolfenstein: Youngblood se desarrolla en unos años 80 alternativos en Neu Paris, una capital francesa totalmente controlada por los nazis, ¿qué hubiera pasado si este título se hubiera planteado de una manera alternativa? Empecemos por las protagonistas, las hijas gemelas de William J. Blazkowicz. Seguramente esta decisión sea la más criticada por los neanderthales y otros humanos poco evolucionados. Yo no voy a optar por el típico soplo de aire fresco para la franquicia ni nada de eso. Simplemente diré que es una opción que da pie a muchas cosas interesantes.
Antes de empezar a jugar tendremos que elegir entre Jess y Soph, pero no implica nada más allá de ser rubia o morena. Quizás haberles dado habilidades complementarias hubiera aportado más al modo cooperativo, pero no. Ambas son igual de capaces. Que según la intro del juego es más bien poco. Me pareció muy cómica la situación del primer nazi muerto a manos de las chicas y ahí tenemos otra opción que me hubiera parecido muy interesante. Porque a pesar de las super armaduras y los recursos de la resistencia, ninguna de las dos tiene experiencia en matar.
Y el propio juego hace hincapié en eso, pero a los cinco minutos ya no tiene importancia y las dos resultan ser auténticas máquinas de matar. ¿Qué pasaría si en vez de un juego frenético nos hubieran ofrecido algo más centrado en la supervivencia y el aprendizaje? Ya que le ponemos elementos RPG a un Wolfenstein, hagámoslo del todo. Subir de nivel sólo sirve para conseguir desbloquear algunas habilidades que no hacen que matar sea más o menos fácil. Por lo que al final, parece que todas las novedades incluidas se han quedado a medio hacer. Sin aprovechar.
El argumento principal del modo cooperativo en cualquier título es que con amigos es más divertido. Y sinceramente, no lo pongo en duda. Siempre y cuando el juego esté pensado para ello e incluya mecánicas que permitan explotar esa cooperación. En el caso de Wolfenstein: Youngblood hay tres interacciones posibles entre ambas hermanas. La más ridícula quizás sea el hecho de que todas las puertas necesitan ser abiertas por las dos. Lo cual significa que a pesar de los diferentes caminos que tienen los niveles para avanzar, no te puedes alejar de tu hermana.
La segunda mecánica es algo más interesante, pero puede llegar a ser un problema. Consiste en que las gemelas tienen vidas compartidas. Concretamente tres. Cuando la salud de una de las dos baja hasta cero, tenemos unos cuantos segundos para que se revivan la una a la otra. En caso de no llegar a tiempo, se pierde una de las vidas. Si las dos resultan heridas hasta ese punto, no es posible revivirse y también se pierde una vida. Si se pierden las tres, hay que volver a empezar el nivel. Tiene su gracia, pero poco más. Por último, Jess y Soph pueden curarse, regenerar su armadura o aumentar el daño que hacen mediante un gesto que podremos elegir y cambiar cuando queramos.
A efectos prácticos, la diferencia entre jugar con la IA o un amigo es más bien poca. Tu hermana dispara tanto como tú, utiliza el camuflaje con bastante criterio, acude rápido al rescate y va utilizando su gesto bastante a menudo para mantenerte con vida. Me he pasado el juego entero jugando con la IA como compañero y no me ha parecido una molestia en ningún momento. Quizás sea de las cosas más destacadas de este experimento. Pero vamos, como intento de enfocar la saga Wolfenstein hacia el cooperativo no creo que suponga un punto de inflexión.
Pero bueno, la cuestión es que a solas o en compañía, aquí hemos venido a matar nazis. Y doy fe que lo vamos a hacer. Hay muchos y de todos los tamaños. No sé si es por el hecho de que ya no estamos solos ante el peligro o si es para alargar un poco el juego, pero hay un par de decisiones que tampoco acaban de convencer. Lo peor de todo es que los enemigos son auténticas esponjas de balas. Un soldado cualquiera, en un nivel medio de dificultad, puede significar el vaciar más de un cargador de cualquier arma. No es que escaseen las balas, pero después de unas cuantas horas, se hace tedioso.
Al igual que nuestro personaje, nuestra maestría con cada arma también va subiendo. Eso significa que cuantos más nazis matemos, más fácil será matarlos. También podemos ir gastando las monedas recogidas para mejorar nuestro arsenal, pero los enemigos también van subiendo de nivel, por lo que una cosa contrarresta a la otra y todo sigue igual. Y para que todo sea un poco más engorroso, no todos los tipos de munición son igual de efectivos contra los diferentes enemigos. Y con esto llegamos al peor punto de todo el juego.
Los nazis tienen una barra de salud sobre la cabeza. Como si de un RPG de la Super Nintendo se tratara. Junto a esa barra de salud veremos, a un lado su nivel y al otro el tipo de armadura que usan. Y así sabremos cual de las armas tenemos que usar. Así que, al final, gastas más tiempo cambiando de arma que avanzando. No aburre, pero acaba perdiendo la gracia. Bueno, y aún hay una tercera decisión de diseño bastante cuestionable. Como tienes que volver a recorrer la misma zona una y otra vez, los enemigos vuelven a estar allí como si nada hubiera pasado. Una y otra vez.
Por desgracia, tampoco la historia consigue darle el interés que merecería un título de esta saga con los estudios que hay detrás del desarrollo. Tiene sus momentos divertidos y alguna que otra sorpresa, pero en general es bastante plana. Lo peor es que la elección de hacer un juego no lineal con misiones secundarias acaba por diluir la poca gracia que tiene el guión. A ver, vamos a rescatar a nuestro padre desaparecido en medio del Cuarto Reich, pero podemos pararnos para comprobar qué le ha pasado a un miembro de la resistencia que no contesta a la radio. Lo malo es que una vez completada esta tarea, es posible que te vuelvan a pedir hacer algo en la misma zona.
Acepto que la resistencia no tenga ni los mismos recursos ni la disciplina de los alemanes, pero pongan un poco de orden, por favor. Como hemos visto antes, los enemigos volverán a aparecer cuando visites de nuevo una de las cuatro zonas de Neu Paris. Si a eso le sumamos que todas las misiones, tanto las de la trama principal como las secundarias, son muy parecidas, pues la verdad no hay sensación de progreso. Es un continuo más de lo mismo. Divertido, porque la jugabilidad se mantiene a la altura de la saga Wolfenstein. Pero al final, demasiado repetitivo.
Es verdad que el trabajo de Arkane en el diseño de los niveles permite afrontar cada visita a la ciudad de una manera diferente. Y que la búsqueda de secretos y coleccionables le da algo de vidilla al juego. Pero eso no deja de implicar que la mayoría de las veinte horas que puede durar el juego las emplearemos en objetivos que nada tienen que ver con el inicial.
Entrando de lleno en el aspecto técnico del juego, pocas pegas se le pueden poner. La transformación de Paris en una ciudad del imperio nazi es entre admirable y aterradora. Aunque no podamos evitar pensar en otros trabajos de Arkane, aquí no encontraremos demasiados habitantes más allá de los soldados nazis. Eso añade aún más frialdad al ambiente entre tanto metal y simbología nazi. Por suerte, hay más detalles de los que se ven a simple vista y, de alguna manera, ayuda a la inmersión. A seguir sintiendo la necesidad de luchar contra los nazis para borrar esa plaga de la faz de la tierra.
Pero no solo estamos ante un gran trabajo a nivel visual, si no también sonoro. La música es más ochentera y desenfadada, las constantes conversaciones entre las hermanas o entre los soldados ayudan a que, a pesar de todo, el juego sea mucho más ligero e informal. Unos días después de haber terminado el juego, aún no tengo claro si le sienta bien o mal a la franquicia. De lo que no dudo es que abre un camino fácilmente explotable si se hace con un poco más de mimo que en esta ocasión.
La jugabilidad también intenta ser más dinámica y libre con el añadido de algunas mecánicas. El doble salto nos permite que los escenarios sean más verticales o al menos que se puedan diseñar niveles con diferentes alturas. El poder marcarle un objetivo prioritario a tu hermana también es interesante en algunas ocasiones, pero no siempre obedece. Casi como una hermana real… Lo malo es que quizás la inclusión de estas cosas haya significado perder otras. Como una buena historia, un buen villano, un combate entretenido y desafiante y mucha, mucha espectacularidad.
No quisiera acabar este análisis de Wolfenstein: Youngblood sin hablar del futuro que puede tener la saga después de este título. No hace falta pasarse el juego (ni os haré ningún spoiler al respecto) para intuir que esto no acaba aquí. Lo que sí espero es que esto del juego cooperativo quede como una anécdota o como algo opcional y que todo vuelva a su cauce habitual. Ya no sé que pasará con Terror-Billy en el futuro, pero podemos estar seguros de que Jess y Soph Blaskowicz pueden tomar el relevo sin ningún problema.
De lo que sí que estoy seguro es que Bethesda ha apostado fuerte por este título, poniendo a trabajar a dos de sus mejores estudios, pero el resultado es inferior a lo que todo ese personal ha demostrado. No puedo decir que sea un mal juego, pero seguro que no está a la altura de los anteriores Wolfenstein publicados por Bethesda. Y es una lástima, porque hay mucho potencial en esta unión para la franquicia.
Así que en resumen, Wolfenstein: Youngblood no es en absoluto un mal paso en el camino, pero si deja una sensación de no estar del todo aprovechado. El cambio de FPS puro y duro a un looter cooperativo no le acaba de sentar bien. Aunque tenga ideas interesantes y siente unas buenas bases para futuras entregas de la saga. Eso sí, teniendo en cuenta que su precio también es inferior al de un juego completo, tampoco es una mala inversión para echar un rato con algún amigo. Sobre todo pensando en ese Buddy Pass que incluye la edición Deluxe por un poco más y que nos permite compartir el juego con quien queramos sin que nadie más tenga que comprarlo.
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