Atento, culpable, porque Victoria 3 es el mejor juego de estrategia histórica que te vas a echar a la cara.
Hablar de juegos de estrategia es hablar, básicamente, de Paradox Interactive. Cada uno de sus títulos es capaz de llevarnos a un punto histórico (o muchos) y ofrecernos diferentes formas de abordar su gestión. Y lo mismo pasa con su complejidad. Podemos pasar de una saga «ligera», como Civilization, a una compleja, como Crusader Kings. Y para empezar con el análisis de Victoria 3, lo suyo es ubicar en esa escala de complejidad la entrega, ¿no?
Pues bien, vamos a empezar fuerte porque seguramente estemos ante lo más profundo, complejo y difícil de jugar que se nos haya echado a la cara por parte de los desarrolladores. Pero tranquilos. Esto no es precisamente malo, sino todo lo contrario. Viene a ser un apunte de lo magníficas que son sus entrañas, pero también una advertencia para aquellos que se meten en él. Y es que hay que echarle tiempo. Mucho tiempo.
Un juego acotado pero con muchas posibilidades
Todos los juegos de estrategia (y más los de Paradox Interactive) tienen un clarísimo enfoque temporal. Si bien es cierto que títulos como Civilization nos llevan a través de todas las eras, otros se centran en una época concreta. Victoria 3 es de estos últimos y nos planta en, cómo no, la época victoriana.
Hablamos de 100 años de margen que nos va a dar para mucho. Pero uno se pregunta ¿100 años para qué? Pues mira, sinceramente para hacer lo que te de la real gana. ¿Quieres constuir un imperio socialdemócrata y utópico donde el pueblo sea libre y lo elija todo? Adelante, tienes 100 años para ello. ¿Te has hartado del ser humano y quieres esclavizarlos a todos como un Sauron en La Tierra? Adelante, tienes 100 años para ello.
Elige un país (o imperio), márcate un objetivo y ve a por él ya que lo más divertido de Victoria 3 es que puedes intentarlo de cientos de formas distintas. Porque nunca (y nunca es nunca) te vas a encontrar con una barrera invisible que te diga «por aquí no puedes pasar».
La creación de tu pequeño país es asunto tuyo y solo tuyo. Aunque, por supuesto, las cosas no son tan fáciles como uno querría. Tu pueblo, tus fuentes de poder, tu economía y el exterior influyen, y mucho. Y eso puede hacer que de una partida a otra la cosa cambie bastante… aunque hayas tomado más o menos los mismos caminos.
Porque, ojito. Una decisión tomada en un momento determinado es una verdadera cascada de consecuencias. Es aquí donde está lo abrumador de Victoria 3: la capacidad que tiene para reaccionar a nuestras decisiones, sean cuales sean.
Denso, profundo y de aprendizaje lento
Lo primero que nos vamos a encontrar en el juego es una interfaz que ríete tú de la del Xenoblade Chronicles 3. Si pensabas que eso estaba saturado, amigu@, ve sentándote porque vienen curvas.
Victoria 3 brilla y deslumbra por lo cuidado de todos sus elementos. La interfaz te ofrece todo lo que necesitas para controlar tu imperio y para cotillear lo que tienes alrededor y en el resto del mundo. Pero para conseguir esto hace falta mucho, pero que mucho tiempo.
Podríamos decir que más que denso, el entramado la de UI que nos ofrece Paradox es complejo. Pero tiene algo que deberían de hacer muchos otros juegos de este estilo: dar información por todas partes. Y me explico.
Cada elemento de la interfaz nos permitirá acceder a su enciclopedia particular. Los conceptos se resaltan y nos dan pequeños consejos acerca de lo que representan. Hasta aquí todo normal. Pero es que, además de ello, hay dos opciones que saltan en cada posible acción que queramos llevar a cabo y que son el remate de los tomates, culpable: cómo y por qué.
La primera de las preguntas nos responde, básicamente, cómo podemos conseguir algo determinado. Por ejemplo, aumentar la producción agrícola o subir el nivel de educación de la población. Esto es relativamente normal en los juegos de estrategia, ya que hay muchas opciones para ello. Pero la segunda pregunta es la más interesante. Una cosa es cómo conseguir algo y lo otro es por qué quiero conseguir algo.
En este punto, lo que se nos contesta es, básicamente, las consecuencias que puede tener una decisión económica, política o social. ¿Por qué debería subir los impuestos? ¿ O por qué tengo poca comida? ¿Por qué los barones me están haciendo la puñeta?
Esto es un arma de doble filo, desde luego, ya que no todo el mundo se para a leer tantísimo texto. Y sobre todo, a asimilar esos conceptos que se nos van metiendo en la cabeza poco a poco. Hablamos de un juego que requiere de muchísima investigación por parte del usuario, y de muchos intentos fallidos, para poder entender bien qué es lo que hay que hacer.
Efecto y consecuencia
Para entender cómo funcionan las cosas siempre podemos tirar de tutorial. Pero ya os digo que más bien solo nos ayuda a ver dónde están los «botones» cómo y por qué que os he mencionado antes. Lo realmente importante es que probemos cosas y nos pongamos manos a la obra con lo que nos hayamos planteado.
Esto se consigue a base de movimientos y decisiones que iremos tomando como jefe de nuestro país o imperio. Pero todo lo que hagamos (absolutamente todo, incluso el no hacer nada) acabará teniendo un efecto de una u otra forma.
Paradox Interactive ha hecho un verdadero despliegue de conocimiento histórico para representar el mundo de la época victoriana. Pero decir bárbaro es quedarse corto. Cada territorio tiene sus propias estructuras de gobierno, personajes influyentes y fuentes de poder. Hablamos de cultos, religión, política, ejército o lo que sea.
Estas fuentes de poder se encuentran en un determinado equilibrio que hacen que sea imprescindible tenerlas todas en cuenta a la hora de tomar las decisiones. Hacer algo que perjudique mucho a un pilar de nuestro país puede que provoque una guerra interna. Por ejemplo, subirle los impuestos a los grandes terratenientes o implementar la no explotación en las industrias. Es como la vida real, oye.
Pero no solamente eso. Nuestra sociedad también está escalonada en una serie de franjas que representan su estatus. Dependiendo del que tengan y de factores culturales, estas franjas de población requerirá unas cosas o serán más o menos propensas a aceptar cambios.
Por ejemplo, tener una sociedad con mucha agricultura hará que el poder de los terratenientes sea muy alto. Intentar ir contra ellos podría hacer que se nos revelasen. Pero es que en este caso, darle demasiado poder al pueblo (incapaz de asumir ese poder) puede acabar en una locura y en un desastre gubernamental. Si quieres conseguir que el pueblo tenga poder de decisión, habrá que irlo haciendo más paulatinamente. Por ejemplo, aumentando su educación y haciendo que accedan a otros recursos o estableciendo leyes educativas y formativas.
Tampoco podemos dejar de lado un sector. Abandonar la agricultura nos hará pasar hambre a menos que hagamos negocios con los vecinos. Y eso no es siempre fácil. De hecho quizás es lo más flojo del juego.
Todo está entrelazado… más o menos
En un juego como Victoria 3, donde todo tiene sus consecuencias, todo está entrelazado. Los países tienen entre ellos un equilbrio que a veces puede resultar complicado de sortear.
Hay sociedades, comunidades y convenios que tenemos que asumir para conseguir determinados objetivos. Por ejemplo, la Commonwealth u otros mercados. No pertenecer a ellos nos puede acarrear serios problemas económicos. Y eso nos pasará factura a la hora de llevar nuestro territorio.
Sin embargo, y como siempre suele ocurrir en los juegos de Paradox Interactive, aunque la lógica interna y la IA de la población es brutalmente buena, la de las relaciones internacionales es un poco más floja. No es la primera vez que veremos una decisión extraña por parte de un aliado que nos deje completamente fuera de combate.
No hablo de guerras (no son tan fáciles de declarar), pero sí de exigencias repentinas sobre territorios que quieren que les cedamos o acuerdos inasumibles entre aliados. Que ya ves tú, te lo pide tu enemigo declarado y se entiende. Pero que lo haga tu amigo del alma que te compra grano… pues mira, es más raro.
Y aquí llegamos al punto que (a fecha de hoy) me está costando entender más del juego. Lo siento, le he echado horas pero no las suficiente, parece. Hablo de la guerra.
La guerra en cualquier juego de estrategia es importante, pero en Victoria 3 se ha dejado un poco de lado. No es, ni de lejos, tan profunda y compleja como cualquiera de los otros aspectos del juego. Economía, política, cultura, sociedad… todos esos pilares están increiblemente detallados en todo momento. Pero cuando llegua la guerra, la cosa cambia.
Y es que sigue el mismo principio que el resto de elementos: es decir, decido y tengo una consecuencia. Pero en este caso hay menos margen de elección. Nosotros estableceremos unas prioridades y unos objetivos (conseguir territorios, retroceder, proteger el terreno…) y segçun tengamos las tropas de entrenadas, cuidadas y los generales que estén asignados a esas zonas (no se pueden reasignar) la cosa irá para un lado u otro.
Como digo, es un campo que me cuesta particularmente de entender en el juego. Y ojo, que no es que los demás no. Hay que leer y entender mucho. Pero no es el que más destaca, aunque no pasa nada por ello. Hay demasiado que hacer en Victoria 3 como para andar liandose con guerras innecesarias cuando nuestros barones merecen que los tiremos por un barranco. Y por desgracia, no podemos hacerlo.
Un juego soberbio, complejo y digno de historiadores, al alcance de todos
Si quieres aprender historia, además de lo que enseñan en la escuela deberían de ponernos un ratito a jugar a Victoria 3 porque, como he dicho antes, el trabajo de documentación es brutal. La sociedad de cada país están brutalmente representada y nos explica el porqué de muchos sucesos que se dieron en la época.
Además, al poder modificar la gestión de los países y tomar decisiones, creamos una ucronía con nuestras propias manos que tiene consecuencias realistas en el resultado final. Esto es fruto de unas entrañas y una lógica que tienen mucho trabajo y, desde luego, mi más absoluto respeto. Si somos capaces de entender una sociedad, sabremos muy bien por dónde va a ir cuando tomemos una decisión.
Muchos estaréis asustados en este punto ya que la complejidad de Victoria 3 es abrumadora. Y no lo niego. Pero aquí Paradox Interactive nos ha dejado un caramelito: la dificultad. Si te hartas y quieres, simplemente, jugar tranquilo o de una forma más liviana, quítale inteligencia a la IA. Ponlo en modo fácil y disfruta.
No te aseguro que el resultado vaya a ser igual de satisfactorio que con el modo «normal», pero al menos podrás conseguir entender muchas cosas y ver resultados que, de otra forma, no podrías. Si un día quieres caña, dale duro. Si otro día necesitas cumplir tus objetivos, bájale la dosis. En este sentido, es un juego que todos podemos jugar. Sin importar si eres de estrategia dura o blanda.
Eso sí, los conceptos y la cantidad de opciones a tomar siguen ahí. Así que aprovecha estas partidas relajadas para entenderlo todo y darlo al máximo en tu próxima partida. Porque, te lo aseguro. Habrá otra más. Y otra. Solo date tiempo para entender los conceptos y disfruta. Porque estás ante el mejor juego de estrategia histórica que te puedes echar a la cara.
Por cierto, se juega bien en Steam Deck aunque es un juego para disfrutar en PC, ya que hay mucho que leer y algunos textos se ven pequeños en la pantalla de la portátil.