Plataformas con sabor añejo condimentado con altas dosis de asesinato de insectos. Eso encontraremos en este análisis de Tamarin.
Allá por los lejanos años 90 había un género que lo petaba bastante, sobre todo con el cambio de dimensiones ocasionado por la irrupción de Super Mario 64. Obviamente me refiero a las plataformas, que gozó de su edad de oro particular. A partir de ahí muchos fueron los que intentaron su incursión en este estilo, añadiendo elementos distintos o incluso géneros diferentes. Hoy volvemos a esa época con este análisis de Tamarin, el cual combina estas plataformas clásicas con algo ya visto en otras obras del género, los disparos.
La venganza es un plato que se sirve con disparos
Pues bien, Tamarin va sobre un simio de esta raza, el cual encuentra todo su hogar destruido por culpa de un ejército de insectos que está invadiendo la superficie. De esta forma, es separado de su familia, comenzando su periplo para encontrarlos. A partir de aquí empieza un juego en el que se combinan zonas de plataformas con acción intensa.
Y es que comenzamos apreciando cómo los movimientos del personaje son muy fluidos, siendo una delicia disfrutar de estos momentos de saltos combinados con algunas acciones ofensivas rodando. Además, tenemos a nuestra disposición distintos tipos de movimientos, que nos permitirán llegar a otras zonas. Por supuesto, conforme avanzamos en la historia vamos desbloqueando diferentes objetos y habilidades que propician la exploración de un mundo que, si bien no es tan extenso, tiene sus secretos y coleccionables.
De esta manera iremos reuniendo bichos luminosos que nos abrirán las puertas a más zonas. También encontraremos pajarillos indefensos, los cuales habrá que salvar de las viles hormigas y escarabajos, entre otros, que intentan matarlos. Sí, asesinan a las pobres aves. No merecen nuestro perdón. Para llevar la justicia antes a estos seres malvados contaremos con la ayuda de un amable erizo que nos proporcionará toda clase de armas, desde metralletas hasta lanzamisiles. Nuestro mono no se va a andar con rodeos.
Llegamos a la parte de acción, disparos y muerte. Y tú te preguntarás, ¿es del tipo Ratchet & Clank? Mi respuesta es simple: ojalá. De primeras, en cuanto obtenemos el primer arma y disparamos, notamos algo anticlimático. Y es que los disparos son realistas, además de escuchar el sonido de los casquillos de bala caer. Sinceramente, en un juego con estética mona o infantil no esperaba ver este tipo de cosas.
Estas fases sacan completamente al jugador del ambiente que te genera en un primer momento el juego. Además, la cámara no ayuda en absoluto a disparar correctamente (tampoco en las fases de plataformas). En algunos casos se hace incluso tedioso el tener que ir eliminando a los insectos para avanzar en estas etapas, todo lo contrario a la contraparte plataformera. Si el enemigo no está en las alturas, apuntar se vuelve un infierno en algunos tramos, momento en el que un ave es asesinada frente a tus ojos.
Hay que destacar que en las fases de disparos se pierden todos los movimientos que tiene el mono durante las etapas de saltos y viceversa. Por último, la jugabilidad se torna repetitiva conforme avanzamos en la historia, siguiendo un patrón muy claro: plataformas – disparos – plataformas. Algo que pasa factura en este análisis de Tamarin.
El pequeño peludo heroico
Una de las cosas que nos entran por los ojos es su apartado artístico. El monete luce bastante bien, con un pelaje que, si bien al principio se puede ver algo raro, al final hace que sea adorable. Algunas texturas de los escenarios pecan de ser simples o poco trabajadas, como las cuevas e interiores. También repiten muchos elementos en estos casos, aunque en general gozan de buen colorido y diseño.
Como he mencionado anteriormente, los movimientos están bastante logrados, al menos los de nuestro simio protagonista. Sin embargo, los enemigos pecan de ser tontos, con movimientos muy restringidos (o ni siquiera se desplazan) y, como los escenarios, simples. Al final la repetición de estos obstáculos y rivales suele cansar, pasando directamente de ellos a no ser que el juego nos obligue a acabar con sus vidas.
En cuanto al apartado sonoro, las melodías están ligadas a los escenarios. Y aunque al principio pueden casar con el momento o el sitio en el que se está, a la larga son repetitivas. Además, en algunos casos, como las fases de disparos, sacan al jugador del juego. Y bueno, ya lo he comentado antes, pero los efectos de sonido de las armas son completamente anticlimáticos.
El yin y el yang en forma de juego
Tamarin es algo extraño en los videojuegos. Al principio partes con la premisa de un juego de plataformas mono (como su protagonista), con elementos que recuerdan a ese toque de los clásicos plataformas. Sin embargo, es llegar a obtener un arma y ver como todo lo que creías se desmorona, como los insectos acribillados a balazos fielmente representados.
Así pues, termino este análisis de Tamarin con una sensación extraña. Y es que aunque la cámara deja que desear, la parte plataformera está muy bien implementada, además de los movimientos. Es esa adición de acción la que echa a perder un juego que, explotando sus puntos fuertes, podría haber optado a algo más. En definitiva, Tamarin es un plataformas diferente… y perturbador.