Para bien o para mal, vivimos en una época en la que las cajas de botín o los free to play están a la orden del día. En no pocas ocasiones, el término de gratuito en algunos títulos nos acaba saliendo más caro de lo que pensamos. Además, la gran mayoría de ellos parecen estar creados con el piloto automático puesto y sin apenas valores de producción detrás. Pues como veréis en nuestro análisis de Superepic: The Entertaiment War, va a comenzar la guerra contra los micropagos.
El pequeño estudio barcelonés Undercoders, ha decidido crear una sátira sobre el momento que vive la industria del videojuego actualmente. Para ello, han optado por plasmar sus críticas en un metroidvania con un par de curiosos añadidos. De este modo, han conseguido crear un trabajo muy entretenido y con bastantes guiños a este mundillo. Por desgracia, algunas decisiones de diseño les dejan un peldaño por debajo de los grandes del género. Aún así es un título muy recomendable y a un precio más que asequible.
El argumento de esta aventura nos sitúa en el año 2084. Los estudios de videojuegos más tradicionales han desaparecido, barridos por los juegos casuales y de móviles. Aprovechando esta situación, la mega empresa RegnantCorp se ha hecho con el control del planeta a base de free to play de dudosa calidad. Gracias a ellos, han terminado por generar una adicción a nivel global y todo el mundo gasta el poco dinero que ganan en estas aplicaciones.
Menos mal que aún quedan auténticos gamers de la vieja escuela, quienes disfrutan de las aventuras clásicas y no han caído en las redes de la maquiavélica empresa. Este reducido grupo contacta con Tan Tan, nuestro protagonista, y le pide ayuda para terminar con estos abusos. Así que, montados en una llama de nombre Ola, nos vamos directos a la sede de la mega corporación para poner fin a su oscuro reinado.
Puede parecer que estamos ante una historia simple, pero también está cargada de crítica hacia una industria cada vez más preocupada de sacarnos los cuartos. A ver, ya sabemos que esto es un negocio, y los programadores tienen que poder vivir de ello si queremos que sigan creando más juegos. Pero cada vez en más ocasiones, se nota que algunos productos se hacen pensando en cómo hacer que gastemos en él, y no en crear una experiencia interesante u original.
Menos mal que también vivimos en una época en la que los estudios independientes están en auge, y nos traen títulos que se preocupan por innovar. Al no estar sujetos a las restricciones de un gran estudio, tienen la libertad creativa para ello, a costa del riesgo económico que esto supone. La obra que hoy nos ocupa se sitúa en este pequeño grupo, y aprovecha para atizar a las creaciones que buscan sacarnos los cuartos. Pero vamos a lo que nos importa. ¿Que vamos a encontrarnos en este análisis de Superepic: The Entertaiment War?
Estamos ante un metroidvania de la vieja escuela, en el que recorrer un laberíntico mapa mientras nos enfrentamos a innumerables y variados enemigos. Por lo tanto ya sabéis que nos esperan plataformas, exploración y combates, al igual que en juegos similares como Bloodstained, Timespinner o Chasm. Aunque aquí tenemos una pequeña diferencia a la hora de atacar, ya que poseemos tres tipos de golpes diferentes. Uno directo, común de este tipo de productos, otro que eleva a los enemigos para que podamos seguir atizándoles en el aire, y el último, que es descendente y con el cual podemos atontar a los rivales que se cubran.
Estos están representados con distintas y peculiares armas como un palo de golf, una raqueta, aspiradoras e incluso un pez espada. Con ellas podremos ejecutar combos de varios impactos incluso en el aire, de manera más parecida a juegos orientados a la acción. Por supuesto podrán ser mejoradas o intercambiar por otras superiores. Para ello y como si de un micropago se tratase, nos tocará usar las monedas que soltarán los enemigos caídos. Del mismo modo podremos gastarlas en mejorar la vida, energía o armadura de nuestro personaje y su montura.
Tampoco podían faltar algunos items secundarios al estilo de las dagas o hachas de los Castlevania, aunque en este caso cambiados por tazas de café, teclados o pesas. Por último, podremos adquirir también los denominados Ataques de Furia, que van desde realizar una patada voladora o lanzar un cóctel molotov, al llamado Get Over Here. Sí, esto es una clara referencia a Scorpion, sólo que aquí usaremos la lengua de nuestra llama para atraer a los enemigos. Estas habilidades utilizan otra barra diferente a la de energía, y se consiguen con unas gemas que deberemos encontrar por los escenarios, en lugar de la moneda normal.
Todo esto lo iremos comprobando a lo largo de las ocho plantas que componen las oficinas de RegnantCorp. Cada una de ellas representa las diferentes zonas que se pueden encontrar en un edificio de estas características, como la sala de servidores o el área de descanso de los trabajadores. El problema radica en que, a pesar de esta variedad de localizaciones, dentro de las mismas son todas bastante similares, por lo que cansan enseguida. Además, tampoco el diseño de estas es especialmente remarcable, como sí ocurre en los grandes del género.
Como no podía ser de otra manera en este tipo de juego, según avance la aventura obtendremos nuevas habilidades, que nos permitirán llegar a otras zonas o conseguir más recompensas. Doble salto, bucear, poner bombas… Tendremos que aprovechar cada nuevo talento para desbloquear más mapeado y conseguir así mayores tesoros. Hablando de lo cual, para acceder a algunas habitaciones, los desarrolladores han tenido una genial idea que casa perfectamente con la temática de la aventura, pero a la vez lastra su jugabilidad.
En algunos lugares encontraremos, por ejemplo, un láser que bloquea el camino, junto a su correspondiente teclado numérico para abrirlo. El modo que se nos plantea para descifrar la contraseña necesaria no podía ser más original, ya que deberemos escanear un código QR con nuestro smartphone. Al hacerlo, se nos redirigirá a uno de los típicos juegos de móvil que critica Superepic.
Esta genialidad me ha parecido muy inteligente y divertida, pero mal utilizada. Digo esto porque para conseguir la clave necesaria, nos tocará jugar un buen rato a estos minijuegos. Lo que se consigue así es romper totalmente el ritmo de la aventura y volverla tediosa. Más aún si el juego que nos toca no es de nuestro agrado. Al final lo normal es que pasemos de largo de estas zonas, las cuales por otro lado son opcionales, aunque contengan jugosas recompensas.
Otro punto negativo, de los pocos que podréis leer en este análisis de Superepic: The Entertaiment War, son sus jefes finales. Por un lado sus diseños están bastante bien, con la personalidad propia de la planta que representa. Incluso uno nos envía a una versión más pixelada aún del propio juego. El problema es que son quizá demasiado fáciles. Al primer o segundo intento lo normal es que los venzamos. Si buscáis un reto no lo encontraréis aquí, pero al menos no nos quedaremos atascados.
Su apartado gráfico, como habréis podido comprobar, está realizado en pixel art. Como en la mejor época de los 16 bits, los personajes están bastante bien detallados y animados. Pero como ya he comentado anteriormente, los escenarios pese a no estar mal, no tienen el mismo nivel de detalle que otras obras similares. Están algo más vacíos, y son algo más repetitivos dentro de cada zona.
Por otro lado a nivel sonoro el juego gana puntos. Más que nada por lo pegadizo de algunas de sus partituras que no se nos despegarán de la cabeza. En cuanto a sus efectos, no destacan tanto, pero cumplen sobradamente con su cometido. Por cierto, los textos están en castellano.
En definitiva, estamos ante un buen metroidvania que entretiene bastante, y en el cual encontraremos muchos guiños a otros videojuegos. Además, su crítica en tono de humor hacia el modelo de negocio que impera hoy en esta industria, es muy de agradecer. Lástima de un par de detalles que le impiden ponerse a la altura de otros grandes títulos del género, como lo fácil de sus jefes, el diseño de los escenarios, o que nos obliguen a jugar a los juegos que critican. Aún así es una obra a tener en cuenta si sois amantes de este tipo de trabajos.
Allons-y!
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