Bueno, ya sabéis lo que dicen: «año nuevo, rebajas de Steam». Y ya que en cuestión de catálogo indie la cosa dejó un poco que desear a finales de 2017, veamos si el 2018 empieza con algo rompedor. Vale, ahora que os he conseguido atraer con mis vocablos hipnóticos, toca decir la verdad. Este juego no se toma nada en serio. Es más, se toma tan poco en serio su género que roza lo ridículo, y no en el buen sentido. Pero curiosamente, tampoco descarrila hacia el abismo nefasto. Vosotros seguid leyendo este análisis de Sigi – A Fart for Melusina para PC y ya me iréis entendiendo.
A ver Pixel.lu, una cosa voy a tener que explicarte. Que un juego de PC sea un port de móvil no me molesta. Es más, incluso puede hasta encantarme si vale la pena. Ahora, mientras que Shadow Bug me parecía un juego maravilloso por su relación entre contenido y calidad, este se queda corto. Demasiado corto me atrevo a decir.
La premisa de Sigi es muy simple: eres un caballero que se tira pedos. Un día, se encuentra a una sirena con unas mamas descomunales. La muchacha, al ver el despliegue linguístico de Sigi, huye. Y ya está, esa es la premisa. Una excusa más bien malufa y sin mucha chicha para un plataformas de 20 niveles. Sí, he dicho 20 niveles: ni uno más ni uno menos. Pero ahora tengo que ponerme la esvástica y convertirme en el nazi de los juegovideos.
Como ya he dicho, este es un título de dar saltos. Es esquema de control es muy simple: ir a izquierda o a derecha, saltar y atacar. El ataque es igual que el que usa Sir Arthur en Maldita Castilla Ghosts ‘n Goblins, pero gracias al Profundo el control es mucho más fluido. Eso sí, todas las armas se sienten igual, y los enemigos caen enseguida sin mostrar amenaza alguna. Y si fallamos a la hora de lanzarles el proyectil que tengamos equipado, pues se le salta en la cabeza y muere igual. Y ya que estamos hablando de morir, la muerte en Sigi no vale para nada. Me explico ahora mismo con esa frase.
En el 99% de los juegos, el perder una vida supone tener que repetir todo el proceso de nuevo. Normalmente hay juegos que te ofrecen posibilidades de conseguir más vidas a través de conseguir 100 monedas o anillos. Vale, pues Sigi coge todo este concepto de retrasar al jugador y lo manda a tomar por culo. Los niveles son ridículamente cortos y están llenos de monedas y vidas extra. Y en parte, parece que el juego mismo sabe que necesitas en ocasiones tanta vida, porque los jefes son un soberano asco. El propio creador supo que los jefes te iban a matar algunos más de 4 o 5 veces por retroceso, un mal salto o simplemente un patrón nefasto. Pero el verdadero problema está en que da lo mismo morir durante un jefe: reapareces en el acto como si nada. Sin penalización, sin que recupere la vida,… Nada. Y vamos a hablar de los jefes porque necesitan una sección entera.
No todos los juegos tienen que ofrecerme un hierro candente bajo las cutículas que se acerca más cada vez que muero. Pero manda narices que la única estrategía para derrotar a todos los santos jefes de Sigi sea una: dispara. Dispara y salta cuando venga a por ti. Repite el proceso cuatro veces más y ya te has pasado el juego. ¿En serio hay que poner un jefe en una zona que no está ahí de puro relleno? Si me dices al menos que son interesantes vale, pero son simples enemigos comunes con más vida. Es más, incluso los enemigos comunes en conjunto ofrecen una mayor dificultad que todos los jefes finales de este juego juntos.
El diseño de niveles no se queda corto tampoco, y eso es algo imperdonable en un plataformas. Durando cada nivel de media dos minutos como mucho, no da tiempo siquiera a apreciar nada. Como mucho a ver los comentarios espontáneos que hace Sigi sobre comida. Porque claro, es gracioso que acabe los niveles tirándose cuescos y coma comida picante. Hasta un niño se cansaría de tanta broma sobre pedos.
Y ya está, eso es todo lo que tengo de decir de Sigi. ¿Ah, que esperábais que dijera lo bueno? Yo también, pero he decidido acabar este análisis como acaba el título analizado: de forma brusca y sin gracia alguna. Aunque bueno, lo de la gracia nula es un tema recurrente en mis análisis. Pero el caso es el siguiente: no os molestéis en echarle un ojo a Sigi – A Fart for Melusina. ¿Funciona? Sí. ¿Es el peor juego al que he jugado? Ni por asomo. ¿Merece que se le preste más atención que la que le he dedicado en este análisis? Desde luego que no. Si queréis gastar dinero en algo entretenido, ahorrad para el Xenoblade 2.
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