Si tuviera que hacer este análisis de Overgrowth en vídeo, lo ilustraría como un tartazo en bucle. Pero no uno cualquiera. Sería como si te enseñaran la tarta de tu décimo cumpleaños, tú te quedaras flipando en colores porque es la mejor del mundo y de repente te la tirasen a la cara. Eso ha hecho Wolfire Games. De un plumazo ha hecho trizas mi tarta y mi ilusión. Y a mí se me ha quedado cara de tonto pensando en lo que iba a ser y no ha sido.
Puedo parecer un exagerado. De hecho, suelo serlo, pero no esta vez. Mirad la imagen que tenéis aquí arriba. ¿A que no pinta nada mal? Que un pequeño estudio haya conseguido crear un mundo así de la nada es como para que nos llame la atención. Si encima le añadimos que el concepto del juego es tremendamente original, pues aún te ilusionas más. Y mientras se va instalando el juego piensas: «Que bien me lo voy a pasar.» Pero empiezas a jugar y te llevas la madre de las collejas.
Porque Overgrowth no es un juego de mundo abierto. Ni siquiera lo consideraría un juego lineal. Me queda la sensación que es un conjunto de retales que, más o menos, quedan bien juntos. Y digo más o menos porque cambiar el orden o quitar alguno no afectaría en nada al desarrollo de la aventura. Lo voy a llamar «el juego patchwork». Y empezaré a desgranar un poco más el por qué de tanto desencanto.
No hay que perder de vista que Overgrowth es la secuela directa de Lugaru, un juego indie que salió en el año 2005 y fue creado desde cero por una sola persona. David Rosen, el artífice de todo esto, es también el fundador de Wolfire Games. Tuvo mucho mérito en su momento. El problema es que han pasado doce años y nos vuelve a ofrecer el mismo juego. Con mejores texturas, pero con los mismos errores que tuvo la primera vez. Esa primera entrega viene incluida en forma de remasterización HD, pero se podría vender como parte del propio Overgrowth sin problemas.
La estructura de la aventura de Turner, el conejo luchador que controlamos, es muy sencilla. Un breve diálogo con un personaje, un nuevo escenario, una lucha fugaz y vuelta a empezar. Así una y otra vez. Para romper un poco el ritmo y aprovechar el potente salto del protagonista, nos enfrentaremos a algún tipo de escalada imposible en plan «plataformeo». Otra de las ideas super interesantes del juego que están ejecutadas de manera desastrosa. Y es una lástima.
Es una pena porque mientras vas jugando vas descubriendo detalles que te sorprenden. Como patear un enemigo contra una hoguera y ver que arde en llamas. O morir empalado al caer sobre un tronco afilado a modo de barricada. El hecho de mezclar las peleas con los niveles de plataformas. O que los enfrentamientos se puedan afrontar de manera directa o mediante el sigilo. ¿Cómo puede ser que con semejantes ingredientes no hayan podido desarrollar un juego que convenza?
La historia de Overgrowth es bastante fácil de resumir sin caer en spoilers. Turner, el conejito peleón, llega a su pueblo para descubrir que está en manos de los secuaces de Amethyst. Una gata que se dedica a esclavizar a los conejos y utilizarlos para todo tipo de fines. Desde el trabajo hasta las peleas en la arena. Creo que no hace falta decir mucho más para que sepáis por dónde van los tiros. A partir de ahí, nos ponemos en la piel del Chuck Norris de los conejos y repartimos más que Papa Noel en Navidad.
Este modo Versus es un PvP local, pero con un poco de trabajo sería mil veces mejor que el juego original. También tenemos disponibles un par de mods más. Un modo Arena que nos enfrenta a una interminable retahíla de enemigos y el modo Sandbox, que no es otra cosa que poder disfrutar de los saltitos de nuestro conejo por todo tipo de escenarios creados para la ocasión. No es precisamente el no va más de la diversión, ya os aviso. Terminar ambos juegos y probar todos estos añadidos nos va a llevar unas cuatro horas. Bastante poco, creo yo.
Overgrowth no es más que un montón de ideas «inconejas» que no consiguen transmitir la sensación de ser un «conejunto» bien planeado. Sí, me lo tomo a guasa por no darme a la bebida. Nunca un puñado de buenos ingredientes dieron como resultado un plato de tan mal trago. Y, repitiéndome como el ajo, insisto en que me parece una lástima. Porque podría haber sido mucho mejor.
Un juego con unos gráficos más que aceptables, teniendo en cuenta su origen indie, y una idea original bastante llamativa no puede desarrollarse con tan poco acierto. Es imperdonable que algunos de los «niveles» del juego apenas duren 30 segundos. Porque fuera de las fases de plataformas, todo se reduce a enfrentamientos contra tres o cuatro enemigos en entornos controlados. Realmente, he muerto mucho más cayendo al vacío que a manos de los malos.
Porque, para colmo, los controles responden muy mal a las órdenes. Ese el peor pecado de Overgrowth, que no tiene ningún tipo de fluidez. Ni en la imagen, con caídas de frames importantes, ni en el movimiento de Turner. Ya sea saltando o peleando, cuando parece que adquieres cierto ritmo, algo falla y te rompe. La historia tampoco tiene nada de flow para engancharte hasta el final. Básicamente porque ya sabes como acabará todo y no hay ningún giro de guión. En definitiva, decepción tras decepción.
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