Análisis de Nidhogg 2, un título que aunque pinta muy diferente a la anterior entrega, mantiene intacta toda su esencia y sigue siendo igual de competitivo.
Mientras planteaba el análisis de Nidhogg 2 no he podido dejar de pensar cómo ha podido cambiar tantísimo de un juego a otro al mismo tiempo que no cambia nada en absoluto. Es la gran paradoja que sufren muchos videojuegos cuando cambian todos los elementos pero no modifican ni un ápice su estructura. Cambio e inmovilismo, todo a la vez.
El primer Nidhogg es un videojuego interesante porque con elementos sencillos, logró una estructura compleja. Ya sabréis eso de que el resultado es más que la mera suma de las partes. Los gráficos de Nidhogg estaban reducidos a su mínima expresión, apenas eran unas cuantas manchas de píxeles. Nada que ver con el pixelart que tanto se suele estilar entre los juegos indies. El fondo no importaba, los personajes no importaban, los detalles no importaban: Lo único que le importaba a los jugadores era poder identificar cuál era su personaje y en qué posición tenían la espada.
A partir de esos simples gráficos, Nidhogg ponía toda la carne en el asador apostando por sus mecánicas: dos personajes enfrentados con tres posturas (alta, media, baja) para atacar al rival que, en caso de tener su espada en la misma postura, se defendía. En base a ese núcleo, se creaban unas dinámicas entre ambos jugadores muy interesantes. ¿Atacar ya o esperar para defender? ¿Saltar, deslizarte, retroceder, quedarse quieto? La competición reducida a su nivel más básico y más adictivo.
Un cambio gore
Con ese precedente, lo primero que ves de Nidhogg 2 te hace arquear una ceja. El estilo gráfico ha ganado en detalles a cambio de mutar hacia el absurdo. Hay más trabajo en los personajes, en los escenarios y en los movimientos, pero se ha perdido el estilo sobrio que manejaba el primer juego. Casi parece que su creador se haya pasado meses y meses encerrado en su habitación jugando sin parar a Super Meat Boy y The Binding of Isaac. La casquería, la violencia explicitada y la expresividad de los rostros beben directamente de esos dos clásicos del desarrollo independiente.
En cambio, el diseño del combate sigue esa paradoja de cambio e inmovilismo que mencionaba antes. La esencia del mismo, su núcleo, sigue siendo la misma. Matar al adversario para pasar una serie de pantallas hasta llegar al final del escenario. Pero el cambio estético no justifica por sí solo una segunda entrega. Para aportar más profundidad, Nidhogg viene con variedad de armas. Ese pequeño detalle modifica bastante el combate (el cambio frente al inmovilismo) al cambiar los movimientos y el rango de los mismos. Ya no hay solo una espada, también hay un cuchillo, un arco y una gran espada.
Cada uno de las nuevas armas se comporta de manera diferente y eso se nota mucho en la estrategia a seguir contra el otro jugador. Algunas tienen más alcance, pero son más lentas, otras tienen mucho rango, otras son más veloces… Y con cada reaparición en cada pantalla, cambia el tipo de arma. Así que eso le da otra capa de estrategia. ¿Acabar con el adversario a sabiendas de que te quedarás en desventaja con el próximo arma que le toque? ¿O dejarse matar para, precisamente, tratar tú de cambiar las tornas?
El modo multijugador, el modo real
Esa profundidad porque Nidhogg 2 en sí es un juego breve. Lo que podríamos considerar el «modo campaña» no es más que una sucesión de distintos niveles que, poco a poco y de forma muy orgánica, te van mostrando los fundamentos del juego. Es puro diseño en este aspecto, una auténtica clase magistral. Pero como con casi todos los juegos multijugador, lo interesante viene después. Esos primeros niveles se superan en, apenas, una hora siendo muy poco hábil.
Es un juego indie y, seguramente, acabará siendo uno de tantos buenos juegos pero atrapados por su nicho. No obstante, por su propia estructura y su diseño, no he podido evitar pensar en él como un juego eminentemente competitivo. Puede que no vea a Nidhogg 2 petando estadios. Ni siguiera llenando cibercafés (siguen existiendo, ¿no?). Pero si lo veo como ese juego al que recurrir siempre que, en casa con amigos, haya un espacio muerto. Mis fines de semana lo ocupan el sushi y las partidas de Mario Kart 8 Deluxe, pero a partir de ahora perfectamente podría tomar su lugar Nidhogg 2. Y si eso lo logra conmigo, que soy un tío de gustos variados pero complejos, solo puede significar algo bueno.
La esencia de Nidhogg, al final, no es su estética ni su diseño. Sino su filosofía de ser un juego que se aprende rápido y se juega rápido, al mismo tiempo que su curva de dominio y su extensión son tan largas como quieran los jugadores.