Tras años desde su llegada a Xbox One y PC, os traemos nuestro análisis de Max: The Curse of Brotherhood con motivo de su lanzamiento en PlayStation 4. ¡Veamos de qué trata esta aventura!
Cada vez es más común ver cómo nuestras consolas se nutren de exclusividades temporales que acaban dando el salto a otras máquinas. Dentro de estos casos el nombre de Rise of the Tomb Raider puede que sea el más conocido. Aun así, este no se trata del único exclusivo temporal de Xbox que ha dado el salto a PlayStation 4. Por ello, hoy en nuestro análisis de Max: The Curse of Brotherhood os hablamos de otro juego que ha coqueteado con la máquina de Sony. ¿Cómo le habrá ido?
Cuando las peleas de hermanos se van de las manos
Max: The Curse of Brotherhood nos trae un plataformas 2D bastante simple, pero no por ello aburrido o malo. En lo que se refiere a la trama ésta nos pone en la piel de Max, un niño que un día harto de su hermano Félix decide buscar en Internet una manera de deshacerse de él, encontrando así un conjuro. Por desgracia, éste resulta funcionar y un monstruo se lleva a Félix a otro mundo. Obviamente, al ser consciente de la situación, Max decide seguir el portal y aventurarse en salvar a su hermano.
Ya desde los primeros compases de este plataformas encontramos similitudes con grandes obras del género. Concretamente, Heart of Darkness el juego que me vino a la mente de primeras. No solamente vemos similitudes en el arranque de la historia, sino que la estructura jugable es muy similar. Así, no estamos ante un plataformas tan directo y clásico como puede ser un Mario. En su lugar, aquí reina el movimiento por el escenario y nuestra capacidad a que sus enemigos y trampas no nos pillen con la guardia bajada.
¡Peligros por doquier!
Efectivamente, esto suena a que Max ofrece un desafío. A pesar de su estética algo infantil, estamos ante un juego exigente que no nos lleva de la mano, algo que se aprecia desde el primer momento al estar totalmente ausente de tutoriales e indicaciones de los controles. Pero la cosa no acaba ahí. Jugablemente Max nos exige que estemos atentos en todo momento. Una avalancha, un monstruo que nos persiga o unas cuerdas que se rompan a nuestro paso son algunas de las trabas que acabarán con nosotros sin compasión.
Este tipo de trampas son comunes en el género. El anteriormente mencionado Heart of Darkness, los primeros Oddworld o Limbo son ejemplos de plataformas donde a la mínima podemos acabar muertos. Y al igual que éstos, Max utiliza esta mecánica no para castigarnos, sino para enseñaros. Esto se aprecia no solamente en la falta de vidas o en la velocidad de reaparición del protagonista, sino también en los puntos de guardado, los cuales suelen estar bastante espaciados. Así, el desafío del juego reside en lograr pasar cada porción de los niveles sin perecer. Puede resultar un poco pesado, sobretodo si quedas atascado en alguna parte final de estos segmentos. A cambio, la jugabilidad se vuelve rápida, ágil y, sobretodo, mejora nuestra habilidad.
Pintando el mundo
¡Qué sería de un plataformas de este estilo sin puzles! Max en esto tampoco se queda corto. Durante la aventura, disponemos de un rotulador mágico con el que poder interactuar con el entorno, y así superar las tramas que nos vayan surgiendo. Cortar ramas, dibujar columnas… Por desgracia, al ir consiguiendo los poderes conforme avanzamos la trama no logramos sacar todo el jugo a esta mecánica hasta los últimos compases del juego. Además, el uso de dichos poderes queda limitado a momentos específicos, por lo que no podemos utilizarlo cuando queramos. Aun así, se agradece su presencia, haciendo que el juego sea más ameno y variado.
Aventura disfrazada de historia animada
Técnicamente Max: The Curse of the Brotherhood cumple más que de sobra. Su estilo y el buen acabado de los modelados combinado a sus luces hacen que más de una vez parezca que estemos viendo una película de animación, sobretodo cuando hay más movimiento en pantalla. A parte, hay que sumarle la variedad de sus escenarios, que si bien no se salen de las clásicas llanuras, bosques o cuevas sin personalidad sí que sirven para darle algo más de variedad al acabado.
En lo que se refiere al apartado sonoro los deberes también están hechos. No tenemos melodías pegadizas, pero sí que los temas acompañan bien a cada escenario y no son repetitivos. A parte, contamos con un doblaje en inglés bastante currado, el cual nos acompaña tanto en escenas como en momentos puntuales del gameplay.
Conclusiones
Max: The Curse of the Brotherhood esconde bastante más de lo que aparenta a primera vista. Más allá de su estilo tenemos un plataformas 2D divertido y con una dificultad bien medida. Además, sus cinco horas de duración son las justas y necesarias para que el título no se haga repetitivo ni nos deje con una sensación de vacío. Sin duda una gran opción para los amantes del género.