La crisis de los refugiados llega al videojuego. Con una mecánica basada en puzles, veamos cómo es la odisea con el análisis de Massira para PlayStation 4.
Todo conflicto bélico tiene varias partes enfrentadas. Los distintos bandos utilizan de escenario ciudades y pueblos donde residen personas que nada tienen que ver con aquello. Los civiles son, sin lugar a dudas, los más perjudicados por los conflictos que promueven señores desde un sillón. La guerra es miseria, dolor y sufrimiento. Como reacción a la guerra de Siria, Europa ha sufrido una crisis de refugiados que vemos reflejado en este juegovídeo. Sin más preámbulos, comencemos con el análisis de Massira para PlayStation 4.
Un día normal que termina en tragedia
Somos Numi, una niña siria que, como cada día, sale de casa para ir a la escuela. Unos padres atemorizados la dejan ir, pues no quieren que una guerra que no han buscado trastornen sus vidas pero las bombas comienzan a caer y el pánico se adueña de la ciudad. Pronto descubriremos que solo nuestra abuela, Yara, ha sobrevivido al ataque.
Desde esta premisa, recorreremos distintos países en lo que supone una recreación de la odisea que sufren los refugiados para huir de la guerra. Siria, Turquía o Macedonia serán algunos de estos países que se interponen entre nuestro origen y nuestro destino, que será Alemania.
La historia se cuenta mediante diálogos y escenas, pero expande su narrativa a través de coleccionables. Cartas, periódicos u objetos propios de cada país, nos contarán historias que ocurren a nuestro alrededor. Mezclar lo mundano con los horrores de la guerra es algo que veremos con frecuencia. Explotación infantil, personas egoístas, refugiados en peores condiciones que nosotros, racismo e incluso el hecho de mendigar, son algunas de las situaciones que viviremos.
La jugabilidad, variada y sencilla
Si queremos resumir mucho, podemos decir que se trata de un juego de puzles. La mayor parte de su gameplay está basado en la resolución de distintos acertijos con una temática, por lo general, más o menos realista. Mover objetos, reordenarlos y utilizarlos son la mayoría de cosas que haremos a la hora de resolver dichos rompecabezas. Pero el juego no se queda ahí. Tendremos sigilo, plataformeo y hasta minijuegos relacionados con la música y las luces. No hace ningún alarde en ninguno de sus estilos de juego, pero la gran mayoría de veces estas secciones están bien resueltas y se agradece la variación de mecánicas durante las pocas horas que dura la aventura.
No obstante, hay un par de secciones en las que tendremos que manejar a las dos protagonistas a la vez. Esta mecánica no está del todo bien resulta pero tampoco supone un lastre en absoluto. La cámara puede dar algún fallo, pero se agradecen, una vez más, los esfuerzos por innovar y por dotar de personalidad jugable al título. Esto último también lo vemos en algún momento en el que se requiere el uso del sensor de movimiento del mando de PlayStation 4.
Finalmente, el juego cuenta con una pequeña exploración, totalmente opcional, para aquellos que quieran completar los coleccionables, repartidos en objetos, cartas y periódicos. A su vez, en momentos muy puntuales, tendremos que tomar decisiones cuyos efectos veremos casi al instante. También hay alguna misión opcional durante el trascurso de nuestra aventura.
Simple, pero bonito
Gráficamente el juego cumple con lo que se propone. No pretende, desde luego, destacar en este campo, pero consigue el propósito de tener personalidad. Con unos colores que, por lo general, son cálidos, el juego presenta un aspecto realmente bonito, que contrasta con la realidad que pretende enseñar. Además, según avancemos en la historia, veremos que las circunstancias hacen que nuestra percepción del entorno cambie, y es algo que el juego utiliza de manera tan concreta como correcta.
Durante el viaje veremos diferentes zonas muy diferenciadas entre sí por los entornos, pero también por la música. Y es que en este apartado tampoco tenemos queja ya que, sin volver a hacer grandes alardes, el juego se sabe desenvolver muy bien y sabe dotar de un sonido característico a las distintas zonas y situaciones en las que nos vemos envueltos.
Suya mi guerra
Massira es uno de esos juegos que tienen un encanto excepcional pero cuya faceta más destacable es, sin duda, el tema que trata. Y es que, pese a que el juego resulta variado y divertido dentro de sus limitaciones, lo que hará que lo recuerde con el tiempo es, sin duda, el trato que le da a un tema tan complejo y de tanta actualidad como el de los refugiados. Desde occidente y el primer mundo, a veces olvidamos las miserias que trae la guerra. Miserias que nuestros antepasados vivieron y que parecemos haber olvidado. Un juego para reflexionar y tomar conciencia de lo afortunados que somos.