En este análisis de Marvel vs. Capcom: Infinite me adentro en lo que significa «ser un crossover«. El título lo hace muy bien y, además, ofrece una lucha respetable.
Cuando puse el modo historia por primera vez para hacer este análisis de Marvel vs. Capcom: Infinite me fijé en un pequeño detalle: todos los personajes mencionan los nombres de los otros al reconocerlos. Me pareció muy gracioso en su momento y, al poco rato, significativo. No son, en absoluto, unas líneas introducidas al azar.
Crossover
Este título es, en su esencia, un crossover. Pero, más importante aún, es un modelo de cómo entender un crossover. En los primeros minutos de esa campaña las parejas de personajes cruzan palabras y golpes no solo por una mera cuestión de formalidad e introducción; quieren que seas cómplice de esa historia. Quieren que recuerdes a los personajes y dirigirse a ti a la vez.
Capcom sabe que conoces a Mega Man X y también al Capitán América, pero se esfuerza en convencerte de que esto de que Dante y Rocket se presten las armas y hagan el chascarrillo de turno mientras Iron-Man y Chun Li les cubren obedece a algo más que a factores económicos y comerciales.
Es a eso a lo que me refiero cuando digo que es “un modelo de entender un crossover”; no quiere solo ceder al fanservice, sino crear un espacio común para que toda esta peña se comporte como verdaderamente es. Aprovecha, en pocas palabras, para profundizar en las posibles relaciones que pueden establecer los personajes de tantos universos. Y lo hace bien.
Más allá del fanmade
Es cierto que en sí misma la historia no aporta mucho a ningún universo. Y ni siquiera sirve para conocer mejor a Chris, a Frank West o a Iron-Man. Es una historieta sobre cómo los héroes de turno consiguen las Gemas del Infinito para cargarse al malo. Está muy fragmentada en el espacio, en pequeñas píldoras de no más de 15 minutos para que tengas tiempo de pelear con todos los personajes.
La historia, casi que insípida, se ofrece en las cinemáticas y se adereza con los combates intercalados de manera más o menos forzada. El caso es que, aunque el ejercicio de diseño y de narración sea somero, la fusión de universos está conseguida. Tiene sentido (moviéndonos, insisto, en términos de fanservice) que Redfield se meta en una base zombi acompañado por Spider-Man y se acaben enfrentando a Némesis.
Comentario aparente
Incluso tiene tiempo, por momentos, para hablar de algo serio. Tras la sinopsis de fanfiction que dice que dos universos diferentes se han unido y ahora los héroes de ambos mundos deben luchar y aliarse para salvarlos, hay un trasfondo valiente que se atreve a soltar algunos mensajes serios. En una escena, Morrigan, de Darkstalkers, le suelta a Arthur, de Ghost ‘n Goblins, que no todas las mujeres son princesas esperando a ser rescatadas en un castillo.
Más adelante (o atrás) Jedah Dohma expone a La Muerte su gran plan para que esta última consiga todas las almas de un universo inaccesible. Resulta que aquella loca cruzada por las Gemas del Infinito tiene un comentario social sobre la sobrepoblación y sobre que un solo mundo ya no puede contener a tanta gente. La fusión de los dos planos de existencia se puede interpretar como una necesidad de la raza humana de expandirse para poder seguir creciendo. Ahí radica el germen de este conglomerado multiespacial.
Y todo esto, un crossover bien pensado y ejecutado y un comentario social, en un juego que va de plancharse la oreja a hostias.
[Inserte frase sobre tortas de cierto personaje icónico no presente en esta entrega]
Me entristece que la discusión dominante sobre Marvel vs. Capcom: Infinite sea sobre su (horrible, nefasto y desfasado) diseño gráfico o su paupérrima edición especial. Efectivamente: toda esta gente luce peor que el propio Némesis en su fase final, esa en la que se arrastraba y parecía más un gusano informe que un hombre de negro de 2 metros y medio con una gabardina y un lanzacohetes. Es muy cierto.
Pero me entristece porque, aunque es cierto y criticable, lo que queda debajo es un juego de lucha muy respetable. En ningún momento se acerca a la excelencia o profundidad de los mejores Street Fighters, Tekkens o Soul Caliburs, pero ni mucho menos es ese su objetivo.
Cuadrado, cuadrado, cuadrado, cuadrado…
Mentiría si dijera que es sólido; en absoluto lo es. Tiene, en realidad, algunos errores de diseño graves. Capitán América es, en todas sus facetas, más poderoso que una gran parte del roster. Los exploits como el autocombo básico (aporrear el cuadrado hasta que te sangre el pulgar) y encadenarlo con el R1 para llamar al compañero de turno están ahí. Y tienen mucha más presencia de la que me gustaría. La guardia también necesita ser retocada; es desesperadamente fácil poder anular todos los golpes recibidos. Los ataques finales y especiales tienen, algunos, una secuencia de botones asignada alargada de manera artificial e innecesaria.
En pocas palabras, es un juego que beneficia el no saber jugar. La velocidad y la intuición antes que la técnica. El que llegue el amigo que no ha jugado en su vida pero con darle cabezazos al mando sea capaz de ganarte aunque lleves años memorizando cómo narices se hace el combo de los Beowulf con Dante.
Pero, con todo, es divertido. Los guantazos se sienten realmente y es muy satisfactorio cuando consigues encadenar un combo de varios golpes con algún ataque especial y una explosión final, o similares. Aunque haya sido a costa de haber machacado todos los botones sin ningún orden específico. Y siempre es bonito que Dante le pueda partir la cara al pesado de Capitán América.
Unión de mundos
Marvel vs. Capcom: Infinite es, en suma, un juego de lucha respetable y muy decente. Habrá hecho ruido por sus problemas con licencias. Porque no hay ningún mutante disponible para meter leña. O porque los modelados son para sacarse los ojos con los joysticks. Pero es capaz de solventar los problemas que se pone, como la difícil papeleta de hacer un modo historia que sirva para algo o, más aún, que tras todo el mejunje haya algo rescatable.
El primer trofeo del modo historia, por volver a la primera idea que decía, se llama “Choque entre mundos”. Es ponerme muy tiquismiquis, pero creo que sería mucho más correcto llamarlo “Unión de mundos”. Aunque sea por la simpatía que despierta en el respetable que Thor se meta con Sir Arthur porque es bajito, viejo y acostumbraba a ir desnudo.