Me cuesta muchísimo pensar en el análisis de Mario Strikers: Battle League y que ese pensamiento sea positivo. Considero que llevamos un tiempo tapando que Nintendo hace lo mínimo a la hora de producir videojuegos y que con eso basta para vendérnoslos porque, claro, pasamos por caja como burros con todos y cada uno de ellos. Las mastodónticas cifras de ventas que aglutinan llevan -digo yo- a los nipones a pensar que con el mínimo esfuerzo van a obtener rentabilidad, por lo que, ¿para qué complicarse? Este juego, a mi juicio, es una prueba más de ello, como lo han sido Leyendas: Arceus o los criticados remakes de Pokémon Diamante y Perla.
¿Por qué digo esto? Porque en Mario Strikers: Battle League faltan muchísimas cosas que estaban en juegos anteriores y que lo dotaban de personalidad. Yo no he jugado a Charged Football -la entrega de Wii-, pero he visto lo que había. He visto dos cosas que me han hecho negar abruptamente con la cabeza; primero, cada personaje tenía habilidades específicas: Mario se hacía grande, aplastando todo lo que viniese, y Wario se tiraba un pedo, dejando una zona totalmente intransitable para los rivales, por ejemplo. Eso aquí ya no está; nada te hace decantarte por un personaje u otro, más allá de su hipertrallazo característico o el carisma que sientas hacia él -porque los atributos se pueden modificar con los accesorios-.
La ausencia de estas habilidades resta muchísimo carisma al título: sé que una de las gracias de los juegos de antaño era conformar distintas estrategias en base a los personajes, y utilizar sus sinergias para salir victorioso. Aquí no hay nada de eso. Tampoco pasa que cada estadio tenga sus elementos dinámicos propios que alteran cada partida; en el juego de Wii había estadios en los que caían rayos o la lava inutilizaba ciertas zonas. Nada por aquí: el estadio no cambia ni modifica la partida: es un simple terreno de juego. Por no hablar de que hay solo cinco, por los siete que tenía el de GameCube. Es que…
Tampoco ayuda el escasísimo elenco de personajes que hay. Son diez, dos más que el videojuego primigenio y dos menos que en el de Wii. Cada personaje tiene unos atributos mayores que otros; Bowser tiene mucha fuerza pero muy poca velocidad, justo al contrario que Peach. Estos atributos pueden modificarse con accesorios que se compran en la tienda y que sirven para eso, para mover barritas de más a menos, pero poco más.
En Mario Strikers: Battle League hay cuatro modos de juego contando el Entrenamiento. Se puede jugar a un partido normal; disputar un torneo –las llamadas Copas-; o formar parte de un equipo en línea en Club Strikers. Este último modo es el más molón: grupos de cuatro jugadores escogen su capitán predilecto y conforman un equipo para medirse contra otros. A través de Divisiones, ascendemos o descendemos en función de qué tal rendimiento demos como equipo. Ganar implica ascender en una tabla y obtener recompensas; una clásica modalidad en equipo que tiene algo de gracia, pero que no tapa la profundísima escasez de modos de juego de la que adolece el juego.
Tiene cosas buenas, no obstante. A nivel puramente jugable, la obra es una delicia: los pases, los tiros, las entradas, todo en su conjunto hace que jugar un partido sea muy disfrutable. Los objetos dan dinamismo a los encuentros y los hipertrallazos son una mecánica muy molona que, además, han acompañado de un dibujo cartoon la mar de chulo y trabajado. Todo hay que decirlo.
Es una pena, pero no puedo defender a Mario Strikers: Battle League y creedme: me encantaría. Está escaso de contenido por todos lados; pocos personajes; pocos modos de juego; menos innovación que los anteriores -han recortado- de hecho; en fin, muy poca personalidad. Imagino que la intención de Nintendo es nutrirlo de contenido conforme pasen los meses. ¿Pasando por caja? Pues tiene toda la pinta. En fin, una lástima, un quiero y no puedo -o, mejor dicho, un puedo y no quiero– la última incursión de nuestro fontanero favorito en el mundo del deporte.
Mario Strikers: Battle League no da la talla. Nintendo ha dado un paso hacia atrás: le falta muchísimo contenido. Adiós a las habilidades, al dinamismo de los estadios y a la personalidad del juego. A nivel jugable está bien, pero semejante recorte descarado e indiscreto me obliga a catearlo sin remordimiento alguno.
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