Tripwire Interactive lleva 3 años poniéndonos los dientes largos, y nunca mejor dicho, con su propuesta de controlar un tiburón lamia capaz de comerse todo lo que le echen. Dejando el proyecto en manos de Blindside Interactive, el estudio residente en Florida se encargó de estudiar las animaciones de los tiburones más famosos del séptimo arte. Gracias a ello podemos disfrutar al día de hoy de una de las aventuras de rol más carismáticas de los últimos tiempos. Ahora te toca descubrirla leyendo nuestro análisis de Maneater para PC con nosotros.
Muchos os estaréis preguntando cómo se desarrolla la historia en un juego donde encarnamos un depredador acuático. La respuesta de Blindisde fue encararla desde la perspectiva de un documental. Me explico. Jugaremos emulando al tiburón, hasta ahí todo correcto, sin embargo, las cinemáticas, diálogos y motivaciones no correrán a lomos de este. Quien se apropia de la narrativa no es otro que Pete Scale, un cazador de tiburones que actúa como nuestro archivillano. El juego se encargará de desarrollar al personaje con cinemáticas y conversaciones, donde particpará con su hijo. En ellas descubriremos a una persona con un pasado turbulento que justifica sus motivaciones actuales.
Cada vez que completemos un capítulo, tendremos la correspondiente cinemática donde se nos desengranará un poquito más este personaje. Por otra parte, cuando estemos controlando al escualo, el presentador del reality show que acompaña a Pete irá comentando nuestras acciones como si de un programa de televisión se tratase. El mismo goza de un repertorio de comentarios didácticos a la par que jocosos que nos amenizan nuestras travesías marítimas.
La distribución del juego funciona por capítulos, como ya os he dejado caer. Para superarlos tendremos que ir completando una serie de objetivos, bastante soporíferos a la larga (pues se repiten en todos los capítulos) que nos llevará a nadar de una punta a otra del mapa en el que estemos en ese momento. En total hay unas 7 regiones a explorar las cuales pasan por pantanos, lagos, costa, mar abierto y hasta una zona turística. Todas repletas de puntos en forma de ? que atienden a coleccionables, otros depredadores y puntos de interés.
Nosotros pertenecemos a la raza del tiburón lamia, también llamado tiburón toro, conocido por alimentarse de otras especies de tiburones e incluso seres humanos. Aunque el tiburón blanco tenía todas las papeletas para ser el protagonista, el que hayan escogido por una raza más común y menos intimidante da mucho juego. Empezaremos siendo una cría cuya primera comida no será otra que la propia mano de Pete, así que con el sabor de la carne humana descubierto, el apetito y agresividad del infante se tornará en un torbellino de caos a su alrededor.
Poco a poco, tendremos que ir comiéndonos a otras especies acuáticas que se crucen en nuestra travesía. Según el tipo de animal, nos proporcionará proteínas, minerales o grasa al ingerirlo. Claro está, habrá especies mutantes, como las albinas, que si las comemos, nos añadirá un cuarto recurso a nuestro inventario estomacal: los mutágenos. Al conseguir una cantidad específica de estos recursos, el «pececillo» subirá de nivel, lo que aumentará sus estadísticas: fuerza de mordida, coletazos, velocidad de nado, defensa, salud, etc. También aumentaremos de tamaño al subir de nivel, hasta llegar a un punto en el que avanzaremos de edad.
Es aquí donde reside uno de los puntos más atractivos del videojuego. Cuando lleguemos a un nuevo mapa o alcancemos un nivel determinado, el tiburón avanzará en su madurez, pasando por ejemplo, de cría a adolescente hasta llegar a ser un tiburón anciano. Cuanto más mayor, más y mejores evoluciones podrá desarrollar, lo que alterarán sus capacidades de combate, estadísticas y añadirán algunas habilidades impresionantes y muy versátiles.
Si queremos conseguir evoluciones para nuestro escualo, tendremos que hacer algunas tareas, como encontrar todos los puntos geográficos en cada mapa, vencer a los cazadores jefe o comernos a las especies alfa designadas. Cada vez que desbloqueemos una evolución genética, podremos equiparla en la gruta, nuestro lugar de descanso. Con los nutrientes acumulados, podremos mejorar las evoluciones, lo que alterará el diseño sobre nuestro tiburón y hará más potentes sus habilidades.
Por ejemplo, podemos equiparle una cabeza de hueso que aumentará el poder de su golpe de ariete o una cola sombría que, además de aumentar muchísimo su velocidad de nado, podrá lanzar esferas de veneno a grandes distancias. Aunque la cantidad de mejoras no es muy copiosa, las existentes nos llegan para configurarnos algunas builds interesantes. Podremos llevar el tiburón especializado en una en concreto, o hacer nuestras propias mezclas que se adecuen a nuestra forma de jugar.
Tampoco olvidar las mejoras pasivas. Podremos equiparle desde un sonar, que nos mostrará la localización de las especies dentro de un radio circundante, mejorar los ácidos del estómago para conseguir mas nutrientes a la hora de comer o un manto invisible que nos permita escondernos de otros depredadores. Más nos vale ser cautos en el agua con la competencia. Es relativamente fácil morir en este juego si un cocodrilo o una orca nos muerde y no conseguimos zafarnos rápidamente.
Aunque todo el tema de las evoluciones está muy bien, no puedo decir lo mismo del control. Aunque al cabo de un par de horas uno se acostumbra, es cierto que la disposición de los botones y la respuesta no es la más idónea. La mayoría de acciones las realizaremos con los botones frontales y los gatillos del mando. Cosas como impulsarnos por el agua, morder, pegar coletazos o simplemente, nadar a velocidades altas, las desarrollaremos con esos botones. Cuando llevamos un rato largo, se empieza a sentir la fatiga, sobre todo en el dedo con el que pulsamos el RT/R2, ya que estaremos haciendo presión de forma constante sin apenas soltarlo nunca.
Por otro lado, algunas cuestiones en el diseño del combate no terminan de cuajar. El que no haya un apuntado automático dificulta bastante acertar en los objetivos, más cuando nuestro rango de desplazamiento son los 360 grados, como en un helicóptero. Tampoco olvidar que que cuando salimos a la superficie, el bicho se pone de forma automática en modo acechador, fijándose como un imán a la superficie para desplazarse mostrando la aleta dorsal. Es típico estar en un combate y que en una arremetida, salgamos fuera del agua y se ponga en este modo de forma automática, lo que nos deja al merced de los golpes gratuitos del enemigo.
Además, el punto de referencia en los mapas no es muy claro al principio. Este nos mandará por zonas sin agua y tendremos que dar grandes rodeos para llegar a los objetivos. A veces incluso deberemos atravesar puertas que den a conductos secretos, pero el juego no lo deja muy claro. Cierto es que llegará un punto que aguantaremos mucho fuera del agua, así que atravesar zonas terrestres a saltos no será una mala idea.
En lo gráfico y sonoro, el juego nos deja muchas alegrías. Los entornos están muy cuidados, llenos de vida y decorados con elementos que les dotan de mucha personalidad. Las especies marinas, incluido nuestro escualo, gozan de animaciones realistas y verosímiles, que resultan todo un placer para nuestras retinas. Lo mismo podemos decir del compendio sonoro, con una orquesta de sonidos que emulan a la perfección el fondo marino, dotándoles de una riqueza abismal.
A nivel efectos tampoco nos quejamos, dejándonos buenos detalles lumínicos y acuosos, con mención especial a la sangre o los chapoteos de nuestras capturas, presas del pánico. Pero si tengo que escoger un detalle con el cual quedarme, ese sería la piel de nuestro tiburón. Está tan cuidada que parece que podemos sentir su humedad en nuestras manos. Además, el juego nos llega en completo castellano, tanto en textos como en voces, consiguiendo un gran nivel.
Maneater consigue lo que se propone, el hacernos sentir que somos el auténtico terror de los mares. La forma de progresar en el juego no es la más idónea, eso desde luego y hay algunas aristas que pulir en cuanto al control, sin embargo, el juego sabe engancharnos y dejarnos grandes momentos de testosterona.
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