Sí, lo sabemos, la avalancha de títulos que intentan copiar al endiosado Doom es cada vez mayor y hay que hacer un esfuerzo enorme para filtrar los que consiguen darnos experiencias entretenidas de la simple morralla que no aporta nada. Cosas como Ion Fury nos han sorprendido por entender bien lo que significa portar el legado de Quake y Duke Nukem en sus hombros. ¿Sucederá lo mismo con la obra de Saibot Studios? Para descubrirlo sigue leyendo nuestro análisis de Hellbound para PC.
Hellbound no se anda con indirectas y es lo más claro que un juego puede ser. Sí, en ese aspecto se inspira en Doom, como en otros muchos que veremos más adelante. Pero es que es una delicia que un juego evite ser pretencioso cuando sabe que no debe serlo. Aquí no hay una trama elaborada que desentrañar, somos un tipo duro que teme el infierno, nos sueltan en él con un arma destartalada y a despachar lo que se nos ponga por delante.
Lo máximo de trama que tendremos serán declaraciones de guerra y furia del protagonista que se dispensarán en forma de textos insulsos en las pantallas de carga de cada nivel. No hay más y no necesitamos más. Aquí se viene a llenar el contador de litros de sangre y vísceras. Si buscabas una profundidad en las razones de que nuestra mole de músculos mate cosas, un contexto para este infierno de pesadilla o algo de acervo de este microuniverso, siento decepcionarte. A Hellbound no le interesa que sepas nada de esto, solo quieres que te sientas poderoso disparando y matando, de tal forma que solo tú y la vorágine de muerte seáis uno.
Y en ese aspecto tengo que reconocer que cumple, y con creces. Obviamente no estamos ante una revolución como ha supuesto Doom Eternal, ni intenta tampoco salirse de los tropos básicos. Es un shooter en primera persona completamente tradicional, con gráficos modernos y jugabilidad adaptada a los tiempos que corren (hablando del teclado y el ratón). Y aquí vuelvo a incidir en la premisa anterior, ¿necesitamos algo más? Mi respuesta es clara: No.
Como ya he dicho, la sensación de poder es lo que impera en Hellbound. Contamos con los clásicos medidores de salud y escudo representados en dígitos y que iremos recuperando con objetos del escenario o explotando los cadáveres de nuestros enemigos. El arsenal es bastante variado, empezando con un rifle sencillito hasta tener armas de plasma, lanzamisiles y una poderosa escopeta, tributando, otra vez, al genial Doom y su super escopeta.
Los enemigos no cuentan con una inteligencia que nos vaya a dar muchos problemas. Actúan más de diana aunque nos ataquen con fiereza pero eso no quita que en dificultades altas el juego sea una auténtica pesadilla. Hará de nosotros unos maestros del esquive y la puntería, pues cualquier error fatal se paga muy caro y no es que haya demasiados recursos, a diferencia de los modos de dificultad más sencillos.
Pero bueno, siempre nos quedarán nuestras manos vacías como última opción para despachar a las hordas del infierno y por suerte, conseguiremos nuestra primera arma blanca contundente en los primeros niveles. El bate realmente es un arma muy polivalente. Nos permite ahorrar munición y no necesitaremos muchos golpes para acabar con cualquier enemigo. El quid que lo equilibra reside en que la mayoría de los enemigos atacan a distancia sin pararse a tomar aire en ningún momento, por lo que acercase a ellos no es tan sencillo como pudiese parecer en primera instancia.
Algo que le valoro a Hellbound es que sí que ha intentando no ser genérico en cuanto al diseño mecánico de sus escenarios. Me explico. La mayoría de «doom clones» que tenemos para disfrutar en la actualidad suelen pecar en ambientarse en pasillos o escenarios que no ofrecen más que un avance directo sin posibilidad de explorar con un poquitín de libre albedrío.
Aquí tenemos mapas polifacéticos en lo estético y en lo transitable. Por un lado, el infierno parece una mezcla tribal de rojos, verdes y tonos amarronados. Siempre adornados de esculturas y estructuras que parecen levantadas por civilizaciones antiguas. Aparte, la verticalidad juega un papel esencial, sobre todo en estas estructuras citadas, puesto que la mayoría se pueden visitar en sus interiores para encontrar secretos, recursos o mecanismos que abran puertas que nos permitan atajar hacia nuestro objetivo pertinente.
Porque como no podía ser de otra forma, aparecen las clásicas llaves o tarjetas para poder abrir las puertas principales para avanzar hacia el final de los escenarios. Aunque la localización de las mismas tiene su particular intringulis, la verdad es que hacerse con ellas supone experiencias frescas y sencillas de plataformeo o puzzles que sirven bien para desconectar de tanta carrera de destrucción. En este punto, los escenarios juegan un papel clave en el equilibrio del videojuego, siendo un pasaje para deleitarnos con la sangre de nuestros contrarios así como un trayecto con personalidad e interactividad más que suficiente para sentirnos a gusto.
Y realmente, aquí es donde creo que reside el problema de Hellbound. ¿El juego es divertido y se esfuerza por tener una experiencia curtida en sus mecánicas de shooter? Totalmente, pero hay que ser claros, sacrifica enormemente su personalidad para servir tanto a Doom y a los shooters de los 90 que no se les puede equiparar. Como dije al inicio del texto, hay propuestas como Ion Fury que, aún basándose en estos, es capaz de ofrecer una experiencia nueva y ser un eslabón más que da forma al género retro en auge.
Sin embargo, no siento lo mismo jugando a Hellbound. Creo que estoy ante la marca blanca de estos juegos, que repito, sabe y baja muy bien, pero no puedo evitar pensar que este tiempo invertido en él hubiera estado mejor hacerlo en los juegos en los que se basa, porque las diferencias con ellos son nimias. Sí que tiene detalles, como la modernización de su control, acercándose más al estilo de juego de Doom (2016) que a los dos clásicos, y puede que eso sea suficiente.
Pero la verdad, ver cosas como que la pantalla de completar un nivel sea un calco exacto de la del primer Doom, pues decepciona un poco mucho. No estamos ante ningún estropicio como lo fue Scar. No es tan directo como este, aunque lo es mucho, pero al menos sabe tener los pies en la tierra y ofertar una experiencia que complace a poco que te gusten los shooter retro. Si es que a los de la vieja escuela, que pasamos de las coberturas, los elementos roleros y los detalles pretenciosos, Hellbound es un caramelito sabroso.
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