¿Quieres convertirte en un dios? ¿O tal vez crear una religión a tu nombre? Si es así, atento a este análisis de Godhood, porque te interesa.
Todos hemos soñado con ser omnipotentes, y cumplir nuestros designios como si deidades fuésemos. Si nunca has pensado en ello no me lo creo, así que comencemos a ver cómo podemos cumplirlo. Porque gracias a los videojuegos tenemos la posibilidad de vivir estas experiencias, como la que traemos a continuación con este análisis de Godhood. Y si eres un dios o diosa en la vida real enhorabuena, vamos a seguir.
Ejerciendo nuestra influencia
En el principio de los tiempos sólo había oscuridad, hasta que unos cuantos dioses dijeron que eran unos pros y que les alabaran. Las tribus, como no querían pensar mucho, aceptaron, y cada una empezó a adorar a diferentes deidades. Pero no contaban con nuestra regia presencia, encarnada en un incipiente dios que crearemos desde cero. Podremos elegir el símbolo que nos representa, la motivación (locura, amor…) y muchas más cosas que condicionarán la partida. Porque dependiendo de nuestras elecciones el juego se tornará más o menos difícil.
Supongamos que estamos loquísimos y somos un dios de la locura que sólo busca destrucción y hábitos cuestionables. A partir de aquí comenzaremos nuestra andanza en Godhood, intentando entrar en ese puesto privilegiado entre los dioses. Eso sí, no va a ser un camino fácil, ya que tendremos que gestionar al pueblo que nos adora y ayudarles a mejorar.
Porque si he de decir algo, es que me esperaba un título de gestión pura y dura, en la que construimos edificios y vamos cimentando nuestra religión. Algo así como lo visto en Black and White. Y en cierto modo todo eso está, lo que pasa es que enfocado a una parte mucho más importante del juego, los combates entre discípulos religiosos. Por lo tanto estamos ante un título en el que debemos obtener recursos para construir edificios que nos ofrecerán mejoras para nuestros soldados. Y eso es lo más difícil de todo.
Formando una secta demoledora
La piedra angular de Godhood es, simple y llanamente, tu equipo de adoradores. Serán ellos los que lleven tu palabra a los distintos lugares del mundo para conseguir hacerte un hueco entre las deidades más poderosas. Así pues, ¿cómo podemos hacer que mejoren y alcancen las cotas mínimas que exigimos? Aquí es donde entrar ese factor de gestión que he mencionado.
En nuestro territorio podremos construir y mejorar diferentes estructuras, que nos ofrecen múltiples beneficios, desde obtener más recompensas en cada misión hasta aumentar la cantidad de atributos que se mejoran en los entrenamientos. Por si eso no fuera suficiente, existe la posibilidad de que sucedan eventos que beneficien o perjudiquen a nuestros devotos habitantes, por lo que hay que estar preparado para estas eventualidades.
Pero, ¿cómo se forma el equipo? Conforme vamos avanzando en la aventura desbloquearemos ranuras para más acólitos, los cuales empezarán desde una edad temprana hasta su vejez, en la cual reclamaremos su alma. Por supuesto, como si de la vida misma se tratara, según la edad la mejora de las estadísticas es mayor o menor. Un acólito de la tercera edad tendrá unas habilidades más potentes, pero sus atributos habrán mermado considerablemente.
Hay que tener en cuenta además que la estrategia es un factor muy importante. Existen múltiples clases para nuestros cruzados, desde la típica ofensiva física total pasando por tanques. A su vez, cada una de estas está ligada a un elemento. En total hay cinco de ellos, con su fortaleza y debilidad. De esta forma tendremos que reunir un equipo potente que a su vez sea capaz de lidiar con distintas amenazas.
De esta forma, cuanto más lejos lleguemos en nuestro periplo mejores personajes obtendremos, sobre todo completando misiones secundarias que otorgan múltiples recompensas. Y necesitaremos entrenarlos fervientemente, ya que en combate no manejamos a ninguno. Seremos dioses, pero no actuamos directamente. Aunque sí podemos elegir las tradiciones que tendrá nuestra religión, tan variopintas como sacrificar a alguien. En mi caso, como buen dios de la locura, mi pueblo era un caos absoluto entre muertes, placer y peleas. Simplemente maravilloso.
El apartado gráfico es bastante simple, pero cumple con su propósito. La interfaz gráfica a veces puede ser un poco liosa, sobre todo al principio ya que el juego nos inunda de una cantidad de información extensa, pero no es molesta en absoluto. Si es cierto que a veces en los combates hay leves bajadas de frames, y eso que las animaciones no son nada del otro mundo.
Una mezcla curiosa y entretenida
Para acabar con este análisis, Godhood es un título que, si bien parecía que era un videojuego de gestión, al final es una aventura en la que conformar al equipo ideal es lo primordial. Y eso no es malo, ya que añade esa susodicha administración del pueblo a la fórmula para mejorar a nuestro «ejército». Las partidas no son muy extensas, y si la felicidad de tu pueblo baja a cero se acabó lo que se daba.
Por lo tanto, Godhood nos ofrece un título entretenido, en algunos momentos incluso adictivo, con una premisa en principio complicada pero fácil de asimilar. Y aunque esa mezcla es bastante buena, no existe mucha profundidad en la fórmula, con un apartado gráfico algo simplón que podría ser mejorable. Mención también a que el juego está en inglés. Sin embargo, los puntos positivos son más numerosos que los negativos. En definitiva, una experiencia agradable que consigue su objetivo, hacerte un dios que maneje los hilos de un pueblo.