Culpables, lo decimos mucho: la guerra… la guerra no cambia. Sabias palabras. Sin embargo, lo que sí cambia es la forma en la que los videojuegos nos la presentan. Puede ser con campañas bélicas enormemente realistas, como ocurre en los Call of Duty, con un tono más fantasioso y táctico como en Brigandine o, como en el caso que os traemos hoy con el análisis de Flying Soldiers… con pajaritos que se entrenan para lo peor.
Veamos, ¿cómo podríamos definir este título? Nos cuesta decidir si catalogarlo como un juego de puzles o un simulador de aniquilar aves. Veréis, el juego no se anda con rodeos en lo que se refiere a ponernos a los mandos: con una cinemática sencilla cada vez que nos añaden un tipo de personaje, se nos explican las capacidades de los mismos.
Y es que tenemos tres tipos de pájaros a nuestra disposición: Las tropas rasas, los sargentos y las tropas especiales. Las primeras son con las que iniciaremos el juego, y realmente no tendrán nada destacable, vienen bien para ver cómo funciona la cosa. Los sargentos, por su parte, tendrán mayor velocidad, pudiendo sortear fácilmente obstáculos como el alquitrán o el agua sin mayor dificultad. Por último, las fuerzas especiales nos pondrán en las plumas de unos pájaros cuya morfología les permitirá romper paredes, pero que contarán con la desventaja de que ciertos elementos, como los trampolines, no surtan efecto en ellos.
Trampolines, tipos de pájaros, alquitrán… vale, seguramente os estaréis preguntando de qué carajos va el juego. Bueno, básicamente nos presentará una serie de fases con escenarios predeterminados. En cada uno de ellos contaremos con unos obstáculos a sortear. Para lo cuál tendremos a nuestra disposición una serie de elementos de edición que vendrán delimitados por el mapa. Así pues, nuestra misión será superar estas fases con el número requerido de soldados vivos.
Es una buena pregunta, sin duda. Veréis, los escenarios y los retos que nos presentan no es que sean precisamente complejos. Ni siquiera el intentar obtener todas las medallas de cada escenario se vuelve un reto, dado que al superar por primera vez el mapa se mantienen las que hayamos conseguido, por lo que podremos sacrificar el darle al coco por un par de cambios al no tener que conseguirlas de golpe.
Además de ello, uno de los principales problemas que le vemos al juego es las tremendas limitaciones que nos ponen delante. Veréis, al limitar tantísimo el número de objetos que podemos utilizar en cada mapa, realmente el pensar qué y cuándo usarlo se vuelve un tanto banal, puesto que la respuesta será más que evidente durante los compases de la campaña. Además de ello, el que el propio escenario y hasta los personajes que utilicemos sean predefinidos no ayudan a que la creatividad resalte.
Podéis decirnos «vale, pero igual los desarrolladores han querido eso» Bien, no nos parece mal, cada uno busca lo que quiere en su juego, sin embargo, como jugadores, se nos antoja todo un tanto limitante. A no ser, claro está, que todo esté enfocado a un público infantil, donde todo podría cobrar más sentido. Sin embargo, en lo que al público generalista se refiere, la propuesta puede hacer aguas un tanto.
Quizás una buena idea para paliar esto un poco, o al menos para darle vida al título, ya que es bastante corto, sería un modo de edición en el que puedas compartir tus escenarios. La vertiente social de los videojuegos hacen mucho por ellos, y cosas al estilo Super Mario Maker lo dejan patente. Por ello, un editor haría que este juego ganase enteros. Aunque fuera por el mero hecho de hacer explotar a nuestros pájaros soldados de mil formas distintas. Eso, por alguna macabra razón, llama a la gente.
Obviando ya el tema jugable, podemos ir centrándonos un poco en su aspecto. Visualmente, el título quiere darnos una sensación de cercanía, de hogar. A fin de cuentas, los escenarios que nos ofrecen, en su mayoría, nos recuerdan a una manualidad que haríamos en casa para pasar un rato una tarde de domingo. Aunque, por favor, si lo hacéis y ponéis a vuestro hámster dentro absteneros de ponerle en peligro como a los pájaros de este título. Por favor.
Y es que los pájaros, que se asemejan a creaciones de papel charol, son una monería. Sí, nada más que son tres, pero se diferencian enormemente entre sí y cuentan con un diseño colorido que atrae al mirarlos. Lo reconocemos: pasamos pena cuando saltan por los aires en una nube de plumas. Lo cierto es que podemos decir que, en conjunto, contrastan bastante con el escenario, repleto de colores más bien apagados debido al color del cartón, nieve o hierro.
En general, parece que se suben al carro de títulos que aprovechan esta estética, como Yoshi’s Wooly World, y a su manera parece cumplir. No es así, por desgracia, en la vertiente sonora. Un tema. Un tema es lo que vas a escuchar por antonomasia en este título. Y si hay más, el despliegue es tan mínimo que sólo tienes en mente ese. Es como un soldado caído que aguanta con lo que tiene. No, lo sentimos, pero musicalmente no es que destaque en ninguno de los sentidos, ni siquiera con los efectos de sonido de los pájaros.
Sinceramente… no mucho, la verdad. Veréis, el título es simpático e intenta ofrecer una experiencia interesante, pero no deja de sentirse en ningún momento como algo demasiado guiado, que no ofrece realmente un pequeño reto al jugador, ni le deja explorar su vertiente más creativa, donde otros títulos pueden solventar esto de una mejor manera.
No decimos que no sea entretenido, que puede serlo, pero realmente le falta un «algo» para que sea realmente redondo. Lo recomendaríamos, más que nada, a aquellos que quisieran un título sencillo para sus niños, buscando una primera toma de contacto con este tipo de juegos.
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