Muchas veces nos preguntamos como será el mañana. ¿Los robots nos quitarán de trabajar? ¿Arreglaremos el medio ambiente al no necesitar productos tóxicos? ¿Podremos controlar vehículos voladores con solo pensarlo? Tendemos a creer que el futuro es sinónimo de progreso pero a la ciencia a ficción le gusta levantar muros que nos llevan por el camino contrario. Este es el eje sobre el que quiero rodar mi análisis de Cloudpunk, una interesante aventura narrativa donde el individualismo y la falta de límites en la tecnología pudre la ética hasta límites aberrantes.
Nivalis, una ciudad que no conoce el cielo y donde el hormigón armado y el acero rodea a los millones de habitantes que cada día intentan sobrevivir. Somos Rania, una chica que viene de las lejanas tierras del oeste huyendo de las mafias, las cuales buscan cobrarse una deuda con su vida. Como el resto de habitantes de Nivalis, Rania tiene que sobrevivir y consigue un trabajo en la empresa de mensajería Cloudpunk.
Junto a nuestro hover (un coche volador) y Camus (nuestro perro, convertido ahora en la IA del hover) tendremos que recorrer la infinita Nivalis repartiendo paquetes, llevando clientes de un lado a otro y conociendo a personajes, cada uno más variopinto que el anterior. Nuestro objetivo es ahorrar los suficiente para poder comprar un cuerpo autómata a Camus, expropiado por la mafia como parte de la deuda.
Sin embargo, la particular historia de Rania y su mascota no es lo único que encierra para sí Nivalis. Diría incluso que es lo menos importante, puesto que cada ente que nos crucemos, tendrá historias y personalidades que nos calarán en lo más hondo de la psique. Todo acabará retorciéndose en una espiral donde el sufrimiento humano da lo mismo si el bolsillo puede llenarse de una prima jugosa. Nivalis es un infierno del que uno no puede huir y Rania se dará cuenta en su primera noche de trabajo. Una noche que abarcará la experiencia total de este maravilloso Cloudpunk.
Siguiendo un estilo artístico voxel (píxeles grandotes como los de Minecraft) se levanta la ciudad de Nivalis. Esta mega urbe futurista se divide en barrios y niveles donde las clases sociales y las guerras corporacionistas están a la orden del día. Tendremos acceso a toda la ciudad gracias a nuestra profesión y pilotar un hover es toda una experiencia placentera por el curro que tienen los paisajes tras de sí. Neon, lluvia, electricidad, metal, publicidad agresiva, tráfico desbaratado… Todo conforma un paisaje bello a la par que aterrador que nos absorberá dentro de Nivalis como si fuésemos la misma Rania.
Y es que pilotar el hover nos rememora a películas como Blade Runner o El Quinto Elemento y eso no puede ser más maravilloso. Ascender, descender, meter el turbo, esquivar el tráfico, sortear edificios, pasar por controles de seguridad… El control es intuitivo y fluido, dejándonos adecuar nuestra forma de conducir a la situación. ¿Quieres ser un repartidor meticuloso y paciente? Puedes seguir las carreteras marcadas al son del tráfico. ¿Prefieres sacar partido de las capacidades voladores de tu hover? La ciudad se configura de tal forma que ir por encima del tráfico o buscando tus propias rutas entre las masas de hormigón es 100% factible.
Pero todo tiene un precio y más en Nivalis. Pilotar el hover puede ser genial, pero hay que cuidarlo. Si nos damos muchos trompazos con él tendremos que ir al taller a repararlo dejándonos unos buenos dineros. Lo mismo si vamos a todo trapo consumiendo combustible, el cual no es nada barato. Algo que comprobaremos bien cuando situemos el vehículo al lado de una estación de suministro y vemos como nuestra cartera baja a la par que aumenta el medidor de combustible.
Así como diríamos que series como One Piece son una oda a la libertad, Cloudpunk es una oda al sufrimiento por desearla y ser una utopía. Gente volviéndose loca porque jamás ha conocido al cielo y es capaz de suicidarse para conocerlo, androides hackeados por racistas y que tienen que limitarse a hablar rimando o vender su cuerpo para acabar siendo ordenadores que abren puertas. Las historias que encontraremos recorriendo Nivalis son desgarradoras. Como espectadores estaremos atónitos viendo como la sociedad es positiva pese a toda las desgracias que les rodea.
Mientras tanto, el dinero es un agente con un poder desmesurado y algo implícito en las mecánicas. Con él podremos saborear algunos pequeños momentos de libertad, traducidos en la capacidad de personalización. Tanto el hover, la misma Rania o su propio piso pueden «tunearse» con accesorios, mejoras y ropa que podremos comprar a los diferentes vendedores y talleres que encontraremos por ahí. Porque Cloudpunk no es una experiencia exclusivamente de conducción.
Si vemos una P en el minimapa significa que podremos aparcar nuestro vehículo volador y recorrer los escenarios a pie. Aquí la perspectiva cambia completamente. Rania es una chica joven sin implantes ni mejoras, ya que viene del oeste, un entorno natural que todavía no ha sido invadido por la Atila tecnológica. Eso significa que andar no es tan placentero como controlar un coche futurista y se nota. Aunque tengamos 3 perspectivas (cámara fija, primera persona y tercera), recorrer las calles es un poco suplicio a no ser que caigamos en uno de los vicios de la ciudad: el consumo de drogas y alimentos de dudosa procedencia.
La banda sonora corre a cargo de Harry Chritchley. Como no podía ser de otra forma, se compone de pistas de sintetizador que permean a la perfección con la ambientación. También se adecua bien a cada misión y situación.
Alimentar a Rania no es algo imperativo, pero dada las mejoras temporales que nos otorga se convierte en algo necesario una vez las probemos por primera vez. Poder correr más en calles tan ruidosas en lo visual y repletas de coleccionables que recoger es todo un alivio. Y ojo, que los coleccionables tienen dos funciones y no son meros items para sacarte el logro de turno. Por una parte, están los que son recursos para misiones secundarias, como las tarjetas perforadas y luego están los deshechos, materiales que la gente tira y que podremos recolectar para luego vender por buenas sumas de dinero.
Por suerte, el minimapa es un gran aliado para poder barrer cada localización. Incluso nos marca si un objeto está un nivel por encima o por debajo de nuestra posición. Si aún así necesitamos una vista más completa, podremos abrir un mapa enorme para localizar bien los puntos que nos interesen. Y es que, aparte de los objetos, visualizaremos retratos de otros personajes que es donde de verdad se esconde la chicha de Cloudpunk. Hablar con estos NPC activan misiones secundarias con historias tan bien escritas que echarían a temblar las del mismísimo The Witcher 3.
Puede que el fondo no sea tan interesante, pues la mayoría consisten en llevar un objeto o pasajero del punto A o B, pero durante el trayecto seremos bendecidos con conversaciones entre el pasajero de turno, Rania y Camus que son todo un ejemplo de guion de 10. Cada vez que vemos un rostro en el mapa, iremos corriendo motivados por la curiosidad de la historia que guardan tras de sí. Ya solo por el sentido del humor negro que destilan algunos nos merecerá la pena aunque solo sea una frase de conversación.
Hasta que llegue Cyberpunk 2077, considero a Cloudpunk, junto a Final Fantasy VII, una de las mejores experiencias de temática cyberpunk que tenemos dentro del medio. Su cuidada ambientación, su capacidad de absorberte dentro, su forma de hacernos empatizar con los problemas de su sociedad, la personalidad de Rania, Camus y demás personajes que nos asaltan por el camino, la grandilocuencia de nuestro hover moviéndose por las oscuras calles de Nivalis… Cloudpunk es una odisea ScyFy magnífica que me ha tocado la patata.
Bien es cierto que su arte voxel puede echar a algunos para atrás y el que sea una experiencia tan puramente narrativa y relajada en lo jugable no será del gusto de muchos paladares. De hecho, si Death Stranding te horrorizó, huye de Cloudpunk porque las sensaciones son muy parecidas.
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