Corría el año 1990, año y pico más tarde que en el resto del mundo…
El deber nos llama. Por fin hemos averiguado el posible paradero de nuestro padre. Nos encontramos en el lejanísimo planeta Piedrapapel, cuyos habitantes son expertos duelistas del mortal… piedra, papel o tijera. Si esto os parece extraño, os puedo asegurar que hace ya algunos años, con menores excusas, se desarrollaban tremendos videojuegos con argumentos de este calibre.
Bueno, ahora en serio, estamos hablando de Alex Kidd in the Enchanted Castle, la que fuese una especie de continuación de in Miracle World. Se podría decir que estamos ante el típico videojuego de plataformas, y en el fondo es así, pero con sutiles diferencias.
En primer lugar, durante todo el juego, tenemos decenas de oportunidades de batirnos en duelos de piedra, papel o tijera, en los que jugarnos el dinero que vamos recogiendo a lo largo de cada pantalla (habría que ver que pasaría si hoy en día se publicase un juego en el que se “permitiera apostar” de un modo tan explícito). A través de estas apuestas, podemos ganar más dinero, o gadgets especiales, como motos, saltadores, e incluso una especie de minicoche-burbuja. Todo muy en la línea surrealista del juego.
El segundo detalle que hace que el juego se diferencie sutilmente de otros juegos de la época, o del mismo corte, es en realidad la fauna que puebla el videojuego. Lo lógico es pensar que los enemigos son acordes a la escenografía de cada pantalla, y así es, o casi. Los escenarios, cumplen con su cometido, representan varios ambientes típicos de estos juegos: entorno urbano, ruinas egipcias, desierto, bosque… pero los enemigos van desde coches o escarabajos peloteros hasta momias, pasando por leñadores psicópatas (que rozan un más que ilegal parecido con Jason de Viernes 13) mini-aviones, suricatos, y una especie de monjes shaolines; a los que por supuesto, podemos derrotar a base de puñetazos o patadas voladoras. Sí, a los coches también.
Sin duda alguna, un gran juego. Y de todos modos, no todos los días tenemos la oportunidad de manejar a un personaje que se parece tanto al Rey Mono de la historia china, ¿o acaso no os lo parece?
Y como no, un gran punto a favor de este juego, no ha sufrido ningún aberrante remake.
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