Ayer, día 25 de junio, llegó a las tiendas la nueva consola low cost para paladares poco exigentes. Ouya ya es una realidad, y en GuiltyBit hemos estado viviendo con una durante las últimas tres semanas. Sigue leyendo para ver si cortamos esta tortuosa relación o si seguimos alargando un poco más la infidelidad a las consolas «grandes»
El «crowdfunding-crusher» ya está aquí
Hace unos cuantos meses nadie daba un duro por el éxito del movimiento crowdfunding. Poco a poco algunos videojuegos comenzaron a alcanzar éxito de mecenazgo sin parangón, pero cuando apareció el proyecto Ouya, basado en una máquina abierta y asequible, muchos fueron los que aseguraron que ese timo no podría salir adelante. El hecho de pensar que una consola no saliera de las fauces de Nintendo, Sony o Microsoft escandalizó a muchos, pero también entusiasmó a un buen puñado de geeks, que apostaron ciegamente por ella, y por un loco equipo de desarrolladores entusiastas. Pues bien, el «timo» Ouya arrasó en Kickstarter, y las primeras unidades oficiales en salir a la venta, ya han volado de las tiendas.
Puede que sea su diseño coqueto, su libertad de uso, su precio ajustado o que nos compraríamos una mierda si pudiera mover un videojuego, pero el caso es que Ouya es la consola de moda, y os vamos a explicar hasta qué punto estamos de acuerdo con eso.
Diseño bipolar, aventura singular
Si alguno de vosotros me sigue por Twitter -no os lo recomiendo, en serio- ya se habrá dado cuenta de que llevo unos cuantos días manteniendo una difícil relación amor-odio con el pequeño cubo Android. Hay cosas que me flipan de Ouya y cosas por las que la tiraría al water sin pensarlo un segundo, y eso hace que esta consola me de tanto asco como subidón al pensar lo que podría dar de sí.
La caja de la consola mola, y da un buen rollito que continúa mientras vamos sacando los cacharritos que trae dentro. El cubo es jodidamente bonito, tiene un tacto duro y resistente, y te lo llevarías de paseo colgando de tu llavero, solo por el gustazo de enseñárselo a la panadera, o al tío del estanco. Lástima que el ventilador esté en el culo de la consola, y solo cuatro taquitos de goma separen a Ouya de la muerte por carbonización del chip. La cajita de cartón, además de alojar al bello cubo, alberga espacio para un cable HDMI, uno de red, pilas, y un bonito aunque peculiar mando, que paso a detallar.
De tacto plastimetal, el controlador es una oda al desconcierto desde el mismo momento en el que le tienes que colocar unas pilas que no sabes dónde van, y tus opciones se van acabando hasta que «reventarlo contra el suelo» empieza a sonar como la más plausible. Como tenemos algo de sentido común, hacemos una búsqueda Google en la que vemos que hay que quitar el faceplate de metal para descubrir con asombro que cada pila va en un «cuerno» del mando. La madre que les parió.
¿Ergonomía? Bien. ¿Tacto? Aceptable. ¿Gatillos? Correctos. ¿Botones principales? Meh. ¿Análógicos? No están mal. ¿Cruceta? Una puta mierda. Y es una verdadera lástima, porque Ouya es muy retro e invita a jugar con la cruceta, pero esta es fea, rígida, tosca y desilusionante, muy desilusionante. Mención especial al trackpad chustero que han incluido entre el stick principal y la botonera. Hemos visto IBMs de 1987 que solventaban mejor esta misión. De risa y vergüenza, pero ahí está, por si acaso, que no nos falte de ná…
Encendiendo el aparato
Una vez encendáis Ouya, empezará a actualizar la interfaz una y mil veces -aunque realmente no se apreciará mejora alguna-, por lo que si tenéis novia, ir a dar una vuelta con ella, y si no tenéis pareja, podéis ir a buscar una, porque da tiempo. Cuando consigáis registraros y poner el escaso abanico de opciones a vuestro gusto, comienza el paseo por la interfaz. Desde el primer momento reina un ligero desconcierto. «Me han timado», «Esta no es la interfaz chula de los vídeos» o «Me cago en Ouya» serán las primeras oraciones no subordinadas que saldrán de vuestra boca, pero no os preocupéis, es normal. En el primer contacto Ouya decepciona y mucho. Un catálogo demasiado indie para el gusto general y una interfaz minimalista pero extrañamente confusa tira de espaldas. Es confusa porque te pones a descargar algo y no sabes bien qué porcentaje lleva. Es confusa porque no sabes cuánto cuestan las cosas. Es confusa porque tus cosas del Google Play te las comes con patatas así de primeras. Por eso y nada más.
No me voy a parar a daros la chapa con los datos técnicos y todas esas zarandajas, sino que os lo voy a resumir de manera muy sencilla, Ouya va más justa que Falete en un exámen de aeronáutica. Cualquier teléfono Android de gama media-alta se la come con patatas, y eso es algo que se nota en cuanto intentas tirar de un juego más o menos potente, por lo que tendremos que rezar para que los juegos venideros estén optimizados al máximo para el sistema.
Lo mejor de la consola es que viene rooteada de fábrica, por lo que no tendremos que esperar mucho para ver auténticas virguerías en muy poquito tiempo, siempre y cuando la comunidad responda positivamente, que parece que sí.
¿Anastasio, me compro Ouya?
Yo lo hice sin siquiera haber podido leer un «análisis» como este, y la verdad es que no estoy descontento. Espero que la scene poco a poco le vaya dando el punto de cocción general que le falta, y el catálogo crezca en todas las direcciones jugables, ya que ahora está bastante descompensado. Ouya es una máquina que por poco dinero puede servir para acompañar al ordenador o a las otras consolas de sobremesa, y sin duda es un soplo de aire fresco que seguro que sorprende con el paso de los meses. Hey, tiene muchos fallos que podrían haber sido fácilmente subsanables, pero esto no es PS4, amigo.