Oh, yeah! The dead are in da’house… esto os pasa por no haber criticado nunca mis chistacos, que en algún momento me tengo que crecer. Ahora en serio, para esta semana, he considerado oportuno escribir sobre uno de las grandes clásicos modernos de los arcade de SEGA.
The House of the Dead es un juego de los que actualmente llaman shooter sobre railes o sandeces similares, en la época se llamaban simple y explícitamente, juegos de disparos. Estos juegos de por si, cuando están bien hechos (y en este caso, está muy bien hecho) la diversión está más que asegurado, pero es que hay más. La temática del juego nos pone en frente de… ¿unos malvados terroristas? ¡NO! ¿Una invasión alienígena? ¡TAMPOCO! ¿Una cacería de gamusinos? Vale, me estoy pasando. Pues no, nada de lo “típico”. Nuestros enemigos en este juego serán una variada fauna de zombies dispuestos a devorar nuestros sabrosos y culpables cerebros.
La jugabilidad, no podemos engañarnos, a pesar de cumplir a la perfección, es la típica en este tipo de juegos. Es decir, acribillar a balazos a todo lo que se mueva. Zombie que veamos, zombie con el que deberemos acabar. Como es lógico, para ayudarnos en nuestra misión, encontraremos ciertos objetos durante las misiones, los cuales se pueden destruir, y que nos darán ciertos gadgets o power-ups.
Y además de esto, en ciertos momentos nos encontraremos con escenas en las que personas normales estarán siendo atacadas por zombies. En estos casos, nuestras prioridad será la de evitar el ataque, acribillando a disparos al zombie de turno, por supuesto. Evitar el ataque y salvar a la persona podía llegar a otorgarnos una vida extra, sin embargo, si en nuestro empeño, éramos nosotros mismos quienes acabábamos con el inocente, perdíamos una vida. Y es que, no vale con disparar el tún-tún, hay que tener un poco de puntería.
Esta puntería, no sólo nos venía bien para acabar con el enemigos, ya que gracias a nuestros disparos, podíamos llegar a repeler el ataque de pequeños proyectiles.
A la hora de acabar con nuestros enemigos, también debíamos tener en cuenta, donde disparábamos. Un tiro en la cabeza podía suponer la muerte instantánea del zombie, sin embargo, si le disparábamos en un brazo, lo único que podíamos conseguir era arrancárselo para tener que seguir disparándole en la cabeza o el torso.
Al final de cada pantalla/capítulo nos encontrábamos con nuestro más horrible destino, el enfrentamiento con final boss de turno. Antes de cada enfrentamiento, se nos mostrará un video a modo de presentación en el que, cuya excusa era la de ofrecernos información sobre el punto débil del final boss. Y es que, por poderosos que fueran, todos tenían un punto débil. Si les disparábamos fuera del punto débil, el daño recibido era mínimo, y en algunos casos incluso nulo. Eso sí, echad cuentas en que había casos en los que no nos pregonaban el punto débil, y teníamos que buscarlos por nuestros propios medios…
Lo que sí que tenían en común todos los enemigos es que dentro de su modus operandi, tenían ciertos ataques que solían ser más demoledores y que podíamos llegar a detener si disparábamos en el momento y sitio adecuados.
Esta cabina ha contado con varias secuelas, algunas de ellas, como The House of the Dead Overkill, distribuída directamente en versión doméstica. Y en versión doméstica fue publicado un especie de remake, spin-off o algo incatalogable, el The Typing of the Dead, un juego de Dreamcast de mecanografía. En él, para derrotar a los zombies, debíamos escribir la palabra que se nos indicase (todas ellas en la lengua materna de Shakespeare) antes de un tiempo determinado.
Dentro de las secuelas oficiales, uno de los cambios principales es el arma. Mientras que en las primeras entregas eran pistolas, en siguientes secuelas pasaron a ser escopetas para terminar usando metralletas en las últimas entregas.
Vale que corren malos momentos para las salas arcade, pero si en cada ciudad se mantuviese una sala, esta sería una de las máquinas que debería estar sí o sí. ¿Por qué? Por dos cosas, disparos y zombies.