Quantum Break ya está aquí. Cuando leas este análisis, quedarán exactamente menos de cinco días para que llegue al mercado la nueva obra de Remedy. Y quieres saber qué tal está. Si lo que se ha sabido hasta el momento desmerece el resultado. Si este juego no es «para tanto». Si mejor dejarlo para «las rebajas». Si estará a la altura de Alan Wake. Bien, vamos con ello.
No miento si digo que llevo un rato mirando fijamente a la pantalla, sin saber como empezar esto. «Vaya un analista eres» diréis. No es para menos. Desde mis comienzos en esta genial web (gracias a su maravilloso equipo, al cual le doy un 10 cada día), han confiado en mi para analizar desde Super Toy Cars hasta Batman Arkham Knight. Y aunque grande haya sido el reto, no he tenido problemas en torear al Miura (amnistiando al toro, qué duda cabe). Hasta hoy.
Uno, que es fan de Alan Wake de esos de leer teorías locas en internet, recibe un mensaje que dice «Vas a analizar Quantum Break» y oigan, uno salta de alegría, da botes y hasta abraza a su madre, beso incluido. Uno no cabe en sí de gozo. Y corre, enciende su Xbox One, e instala el juego con sudores en la frente. Llega la notificación: Quantum Break: ¡Listo para iniciarse!. Mantiene pulsado en botón Home del mando. Y empieza todo.
Noche cerrada, oficinas de Monarch Solutions. Jack Joyce (protagonista) es entrevistado. Cuenta cómo llega al laboratorio donde se encuentra con su amigo Paul Serene, el cual viene a ser un Mark Zuckerberg que ya peina canas. Lo acompaña hasta una sala donde se alberga un ambicioso proyecto. A duras penas, Jack logra que Paul le descubra en qué consiste el asunto. Viajes en el tiempo. Pero Paul no para. Le sigue, le interroga, pero él va a su bola. Todo va sobre ruedas, hasta que algo sale mal. Un comienzo muy a lo Half-Life sin monstruos horrorosos.
Jack Joyce se ve envuelto en un berenjenal en el que también está comprometido su hermano. El tiempo, literalmente, se ha roto. Llegan los guardias de seguridad, por lo que hay que salir de ahí. Hasta entonces, hemos sido guiados por el juego. Toca pelear.
No tardaremos en estar en el patio del campus. Ahí nos damos cuenta del potencial que ostentamos con nuestras recién adquiridas habilidades temporales (accidente mediante). Remarco una, la más disfrutable: la posibilidad de detener el tiempo en un área concreta. De este modo, uno puede ralentizar al enemigo en cuestión, acumular una ración de balas hacia el objetivo, y disfrutar viendo como se las come sin piedad alguna, mientras nosotros ya estamos parapetados en otro lugar. Quantum Break es terriblemente divertido en ese aspecto, homenajeando a ese último enemigo caído ralentizando el tiempo gracias al efecto bullet-time. El gunplay de Quantum Break gana en posibilidades, aunque no deja de ser un estándar dentro del género.
Quantum Break mezcla la exploración (aunque el desarrollo sea lineal), con las batallas a base de tiroteos. Y es ahí donde Remedy te engaña. Aunque su mecánica sea así, Quantum Break se centra en la historia, aportando una serie de secuencias cinemáticas tanto con actores reales (con un brillante desarrollo) como con sus equivalentes en el juego. Las partes narradas son de larga duración, y son cruciales a la hora de conocer la historia. Esto es algo a lo que Kojima nos tenía acostumbrados, y que Remedy recupera para la causa. Con una ubicación entre episodios, este descanso narrativo hace que nos centremos en la trama.
Parece que Remedy hace de sus defectos una seña de identidad, y es que si hay algo que podemos afear a Quantum Break, es su abrupto final. No es que no tenga sentido (para eso ya estaba Alan Wake), es que es terriblemente precipitado. Los personajes están tan logrados, con un elemento motivacional trabajado y una personalidad propia, que es frustrante ver como todo se tramita con demasiada premura. A ello hay que añadir que el final da la sensación de estar incompleto (sí, al igual que Alan Wake), lo cual hace que queramos más. Al menos, hay una interesante secuencia tras los créditos. Una vez finalizado el juego, nuestra única opción es reiniciarlo y tomar otras decisiones, para comprobar qué hubiese cambiado.
Gráficamente, Quantum Break es soberbio. Bien es cierto que hereda mucho de Alan Wake, como puede ser ese efecto difuminado al mover la cámara, e incluso los movimientos de Jack Joyce son una evolución de lo que hacía el escritor allá por 2010. Pero todo ha sido mejorado. Los escenarios están cargados de detalles. Los efectos a la hora de manejar el tiempo contienen una carga de imaginación que sorprenderá y gustará por mucho que se aprovechen dichas habilidades. Las expresiones faciales de los diferentes personajes dan nota del gran trabajo realizado en la caracterización. Quantum Break destila buen hacer.
Remedy vuelve a optar al Oscar (o al equivalente videojueguil) a la mejor banda sonora. Si la de Alan Wake era una soberbia dramatización de un ser desesperado (mención especial al tema The well-lit room), la banda sonora de Quantum Break es su evolución natural. No hay momento en que desentone, siendo vibrante en la acción, pausada en la investigación e intensa en las diversas secuencias. El audio es ese el tercer pilar donde Quantum Break se sostiene, y es un pilar fuerte, robusto y estremecedor.
A pesar de sus escasos defectos, Quantum Break es el heredero directo y merecido del genial Alan Wake. Es un juego monstruoso en su conjunto, con una historia digna de ser vivida. Su precipitado final no emborrona una experiencia cargada de grandes momentos. Cuenta con la acción suficiente para no ser un shooter al uso. Se nutre de la carga argumental que sólo estudios como Remedy saben aportar, con unas dosis de acción acompañadas de divertidas posibilidades jugables y una banda sonora inolvidable.
Quantum Break lo tiene todo para ser un buque insignia de Microsoft. Solo el tiempo (nunca mejor dicho), lo dirá.
https://youtu.be/d4or8YE-6P4