Hoy me ha pasado una cosa que me ha dejado sin palabras. Iba tranquilamente escuchando la SER en el coche esta mañana y repentinamente, cataclismo.
Lamento no poder decir qué programa era, pero sí os puedo decir que estaban hablando de libros, recomendaciones, etcétera. Entre los contertulios se hallaba uno de los editores de Salamandra y hablaban de un libro en concreto: «El abuelo que saltó por la ventana y se largó». Comentaban que estaba arrasando en ventas y los presentes en el estudio alardeaban de habérselo prestado con sus amigos y familiares, lo típico. El audaz presentador en un quiebro pregunta: «Como editor ¿Será un fastidio que la gente se ande prestando libros?». ¿Adivináis qué respondió el susodicho? Realmente aunque estuvieseis toda la mañana respondiendo cosas erraríais cada vez a pesar de que solo existen dos posibles respuestas a la pregunta. El tipo, ni corto ni perezoso, dijo que le parecía bien que la gente se prestase libros, ¿te lo puedes creer?. Yo desde que lo escuché no doy crédito.
Pero la cosa no quedó ahi, para culminar la orgía de despropósitos, continuaron comentando el tema. Aseguraban que era perfecto que la gente se prestase libros porque de esta manera la obra daba qué hablar y más gente lo compraría. También argumentaban que quizá esa gente que lo leyó de prestado luego se lo regalase a terceros amigos o familiares, e incluso, ya en la cúspide de la locura, ¡se lo podrían hasta comprar ellos mismos para conservarlo en su estantería!. En ese momento me tuve que bajar del coche, pero creo apague la radio lo que sobrevino fue que un vórtice sobre plena emisora y el infinito se tragó a esta panda de revolucionarios que dejan que la cultura circule entre el populacho.
¡Eh! Entre nosotros. Espero nunca volver a escuchar a nadie decir esta sarta de tonterías, si mi hermano quiere jugar con mis juegos, digo, leer mis libros, que se lo compre que es la cosa más razonable de cuantas puede haber. ¡Viva la cordura y las consolas con una sola cuenta vinculada!